Un día divertido en tercer grado
Era un soleado martes en la Escuela Bautista. La clase de tercer grado del hermano Recreo, conocida por ser muy ruidosa e inquieta, se preparaba para otra jornada llena de risas y aventuras.
Al comenzar la clase, el profesor, el señor Gómez, trataba de llamar la atención de todos. Pero mientras él hablaba, los alumnos no podían evitar intercambiar miradas cómplices y moverse en sus asientos.
"¡Chicos, atención! Vamos a aprender sobre animales hoy", anunció el señor Gómez.
"¿Podemos hablar de leones?" preguntó Sofía, moviendo la mano con entusiasmo.
"¡Sí, o de delfines!" gritó Tomás, saltando un poco en su silla.
"¡O de cocodrilos!" añadió Julián, que siempre tenía algo curioso que contar.
La clase se tornó en un alboroto de ideas y gritos. El señor Gómez, con una sonrisa, vio cómo la energía de sus alumnos podía ser contagiosa.
"Está bien, ¿por qué no hacemos un juego?", propuso.
Todos se callaron de inmediato, intrigados.
"Voy a decir un animal y ustedes deberán hacer el sonido que hace. ¿Te parece, Sofía?"
"¡Por supuesto!" respondió Sofía.
El primer animal fue un perro.
"¡Guau, guau!" gritaron todos juntos.
"¡No se olviden de mover las colas!" acotó Tomás, agitando su brazo.
Cada animal que mencionaban desataba una ola de risas y movimientos. Al llegar a los leones, todos hicieron como si fueran a rugir, lo que llenó el aula de ecos de risas y sonidos.
Sin embargo, el caos aumentaba y el señor Gómez decidió regresar a un momento de calma.
"Vamos a hacer una actividad sobre los animales que más les gustan", dijo.
Los estudiantes debían dibujar su animal favorito y explicar por qué era especial para ellos. Con papeles y colores esparcidos por las mesas, todos se concentraron, aunque a veces se interrumpían mutuamente para ver qué estaba haciendo el otro.
"Miren mi delfín, ¡nada como un torbellino!" exclamó Lucía, mostrando su dibujo.
"¡El mío es un tigre!" dijo Julián, poniendo una expresión feroz.
Pero fue en ese momento que el ruido se volvió insostenible. La maestra decidió realizar un pequeño giro.
"Chicos, ¿qué tal si en vez de hablar entre ustedes, organizamos un concurso de presentación?"
Las caras de los alumnos se iluminaban.
"¡Sí! Será como un pequeño espectáculo", sugirió Sofía.
Así fue como comenzaron a prepararse. Se dividieron en grupos y cada uno eligió su animal. Había un grupo de tigrillos, otro de delfines y hasta uno de pájaros. Lo que prometía ser un día ruidoso se transformó en un momento inolvidable.
Cuando llegó el momento de las presentaciones, todos se esforzaron. Se turnaron para mostrarse como sus animales, imitando sus movimientos y sonidos. El aula se llenó de alegres risas mientras el señor Gómez se dejaba llevar por la diversión, aplaudiendo a sus alumnos uno a uno.
"Esa presentación del tigre fue espectacular", aclamó.
"Gracias, fue muy divertido", respondió Julián con una sonrisa radiante.
Al finalizar el concurso, el señor Gómez los reunió a todos.
"Hoy aprendimos que pueden canalizar su energía de una manera divertida y creativa. La esencia de la educación es aprender mientras se disfruta. ¿Qué les pareció?"
"¡Increíble!" gritaron en coro.
Y así, a pesar de que ese día empezó con mucho ruido y confusión, se convirtió en un momento de aprendizaje. Los alumnos salieron del aula agotados pero felices, y sabiendo que, a veces, el ruido puede ser la puerta hacia la creatividad.
Desde aquel día, el hermano Recreo nunca olvidó que cada vez que convocaban a la calma, una gran idea esperaba surgir. Y así, su aula Ruidosa e Inquieta se transformó en un espacio donde la creatividad y el aprendizaje iban de la mano, haciendo que cada jornada en la Escuela Bautista fuera única y especial.
Fin.
FIN.