Un día en casa lleno de sorpresas


Había una vez un niño llamado Pedro, a quien le encantaba ir a la escuela. Todos los días se levantaba emocionado por aprender cosas nuevas y jugar con sus amigos.

Pero un día, Pedro amaneció con fiebre y no se sentía bien. "Mamá, me duele la cabeza y tengo mucho calor", dijo Pedro mientras se acurrucaba en su cama. La mamá de Pedro estaba preocupada por su hijo y decidió tomarle la temperatura.

Cuando vio que tenía fiebre alta, le dijo:"Pedro, hoy no podrás ir a la escuela. Necesitas descansar y recuperarte". Pedro frunció el ceño y protestó:"¡Pero mamá, quiero ir a la escuela! Extrañaré a mis amigos y las actividades divertidas".

La mamá entendía lo mucho que le gustaba la escuela a Pedro, pero sabía que era importante cuidar de su salud. Sin embargo, ella también quería encontrar una manera de animarlo.

"Pedro -dijo pensativa-, ¿qué te parece si hacemos algo especial en casa mientras te recuperas?"Aunque Pedro todavía no se sentía muy entusiasmado con quedarse en casa, decidió darle una oportunidad al plan de su mamá. Juntos empezaron a pensar en actividades divertidas para hacer durante el día.

El primer juego que eligieron fue "El tesoro perdido". La mamá escondió pequeños objetos por toda la casa y Pedro debía encontrarlos siguiendo las pistas que ella le daba. Después de jugar todo el día, llegó la hora del almuerzo.

La mamá preparó una comida deliciosa: sopa caliente con verduras y un sándwich de jamón y queso. "¡Mmm, qué rico!", exclamó Pedro mientras saboreaba su almuerzo. "Aunque extraño la comida de la escuela, esta está deliciosa".

La mamá sonrió al ver a Pedro disfrutar de su comida. Sabía que aunque no estuviera en la escuela, podían hacer cosas especiales juntos. Por la tarde, decidieron construir una fortaleza con mantas y cojines en el salón.

Pedro se convirtió en un valiente caballero y su mamá en una princesa encantadora. Juntos defendieron el castillo imaginario de los dragones malvados. El día pasó volando entre risas, juegos y diversión.

Pedro se dio cuenta de que aunque no estuviera en la escuela, podía pasar momentos maravillosos con su mamá. Cuando llegó la noche, Pedro estaba cansado pero feliz. Se acostó en su cama sintiéndose agradecido por el día especial que había tenido.

Al día siguiente, cuando despertó sin fiebre, Pedro estaba emocionado por volver a la escuela y contarle a sus amigos todas las aventuras que había vivido durante su día enfermo.

Desde ese momento, cada vez que Pedro tenía fiebre o no podía ir a la escuela por algún motivo, él y su mamá encontraban maneras creativas para disfrutar juntos en casa. Y así aprendió que incluso cuando las cosas no salen como uno espera, siempre hay oportunidades para divertirse y aprender algo nuevo.

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