Un Día en el Campo
Era un hermoso día de primavera cuando Tomás y sus amigos decidieron ir al campo. "Hoy vamos a explorar y hacer una gran aventura", dijo Tomás emocionado.
"¡Sí!", respondieron Valeria y Lucas. Con sus mochilas llenas de agua, bocadillos y sus gorras, se dirigieron al verde prado.
Al llegar, quedaron asombrados por la belleza del lugar. Las flores de todos los colores tapizaban el suelo y las mariposas danzaban en el aire. "¡Miren esas mariposas!", gritó Valeria, apuntando.
"Son hermosas", dijo Lucas susurrando. "Espero poder atrapar una".
"No las atrapes, Lucas. Mejor observémoslas en su vuelo", sugirió Tomás sabio. A ellos les encantaba aprender sobre la naturaleza.
Después de un rato, los niños decidieron hacer un picnic. Se sentaron bajo un árbol frondoso y comenzaron a compartir sus bocadillos. "A mí me encanta el campo porque es tan relajante", comentó Valeria mientras mordía su sándwich.
"A mí me encanta porque podemos ver a los animales", dijo Lucas, mirando a su alrededor. De repente, un conejo saltó frente a ellos. "¡Miren!", exclamó Lucas. Todos se voltearon y admiraron al pequeño animal que exploraba.
De pronto, escucharon el sonido de un canto. Al mirar hacia el cielo, vieron a un grupo de pájaros que volaban en formación. "¿No les parece que los pájaros cantan diferente aquí?", preguntó Tomás.
"Sí, parece una sinfonía natural", dijo Valeria riendo. En ese momento, decidieron hacer un juego: cada uno tendría que inventar una canción imitando a los pájaros.
"Yo comenzaré", dijo Lucas, y comenzó a cantar con un tono gracioso. Sus amigos se rieron y lo siguieron, formando una melodía divertida llena de risas.
Pero, ¡oh sorpresa! Mientras cantaban, escucharon un ruido extraño. El sonido parecía venir de un arbusto. Los niños se miraron intrigados. "¿Qué será eso?", preguntó Valeria nerviosamente.
"Vamos a averiguarlo", sugirió Tomás con valentía. Se acercaron lentamente al arbusto. Al acercarse, el ruido se hizo más fuerte.
"¡Hay algo ahí!", dijo Lucas, emocionado.
Al llegar, empujaron las ramas y descubrieron a un pequeño pajarito que había caído del nido. "¡Pobrecito!", exclamó Valeria. "¿Qué hacemos?".
"Debemos ayudarlo", dijo Tomás decidido. Recordaron que podrían buscar el nido.
"Yo creo que el nido está en ese árbol", señaló Lucas. Así que, juntos, subieron con cautela. Valeria se quedó con el pajarito, dándole un poco de agua con un tapita que habían traído.
Al llegar al árbol, efectivamente había un nido. "¡Lo encontramos!", gritaron al unísono. Pero al mirar dentro, notaron que no habían más pajaritos. Así que decidieron que lo mejor era dejarlo en el suelo cerca del árbol para que su mamá lo encontrara.
Bajaron con cuidado y Valeria dejó al pajarito en la sombra. "Espero que su mamá lo encuentre pronto", dijo con ternura.
En ese momento, oyeron un trino dulce. "¡Miren!", gritó Lucas, apuntando a una mamá pájaro que venía volando. Los niños miraron con asombro y esperaron a ver qué sucedía.
La mamá pájaro aterrizó y comenzó a picotear a su pequeño. "Lo encontró", dijo Valeria emocionada.
"Hicimos algo bueno hoy", afirmó Tomás. Después de ese momento especial, decidieron jugar un poco y explorar más el campo.
Pasaron la tarde correteando, descubriendo flores, árboles y todo tipo de insectos. Aprendieron sobre la importancia de cuidar a los animales y cómo cada ser en la naturaleza juega un papel importante.
Finalmente, cuando el sol comenzó a ocultarse, Tomás miró a sus amigos y dijo: "Hoy fue un día increíble. Aprendimos sobre la naturaleza, ayudamos a un pajarito y nos divertimos mucho".
"Sí, nunca olvidaré este día", dijo Valeria con una sonrisa.
"¿Deberíamos venir más seguido?" preguntó Lucas.
"¡Por supuesto!", gritaron los dos al unísono. Con el corazón lleno de alegría, regresaron a casa, llevando consigo no solo el recuerdo de un gran día en el campo, sino también la lección de que ayudar a los demás es lo que realmente importa.
FIN.