Un día en el parque
Era un soleado sábado en el parque. Sofía, una niña de siete años, estaba muy emocionada porque había llevado a su perro, Rocky, un golden retriever juguetón. Sofía y Rocky corrían por la cancha de fútbol, saltando y jugando entre los árboles.
- ¡Vamos, Rocky! - gritó Sofía mientras lanzaba su frisbee.
Rocky corrió velozmente, saltó y atrapó el frisbee en el aire, haciéndola reír a carcajadas. En eso, un señor mayor, que estaba sentado en una banca leyendo un libro, los miró con una sonrisa.
- ¡Qué gran compañero tenés, Sofía! - comentó el señor, levantando la vista de su libro.
- ¡Sí! Rocky es el mejor perro del mundo! - contestó ella, orgullosa.
El señor se acercó un poco y dijo:
- Sabías que tener una mascota, como tu perro, puede hacerte responsable y feliz a la vez.
- ¿De verdad? - preguntó Sofía, intrigada por lo que decía el señor.
- Claro, hay que alimentarlos, sacarlos a pasear, jugar con ellos. A cambio, ellos te brindan amor y compañía. - explicó el señor mientras acariciaba a Rocky.
Sofía miró a Rocky, quien movía la cola felizmente, y sintió que había aprendido algo importante. Chocaron las palmas y Sofía le dijo:
- ¡Tenés razón! Yo cuido mucho a Rocky. Todos los días lo saco a pasear y juego con él. -
Mientras continuaban jugando, Sofía vio que Rocky se alejaba un poco, intrigado por algo en el arbusto.
- ¡Rocky! - gritó Sofía, corriendo detrás de él.
Al llegar al arbusto, se encontró con un pequeño gato atascado entre las ramas. El gato maullaba asustado.
- ¡Pobrecito! - exclamó Sofía, preocupada. - Vamos, Rocky, ayudémoslo.
El señor, que había seguido a Sofía, dijo:
- Podrías usar un poco de ingenio aquí. -
Sofía pensó por un momento, observó la situación y dijo:
- ¡Ya sé! Usaré una manta para que no se asuste.
Con mucho cuidado, Sofía tomó una manta del bolso de su mamá y se acercó al gato. Hablándole suavemente, lo envolvió con la manta y logró sacarlo del arbusto.
- ¡Lo logré! - gritó con alegría.
- Muy bien hecho, Sofía. - aplaudió el señor. - Rescatar un animal es un acto muy valiente.
Sofía miró a Rocky, que movía la cola emocionado, y luego al gato, que ahora estaba a salvo.
- ¿Qué hacemos ahora con él? - preguntó Sofía, pensando en el nuevo amiguito.
- Tal vez podrías llevarlo a casa o buscar a su dueño. - sugirió el señor.
Sofía decidió llevar al gato a casa y preguntarle a su mamá. Juntos se encaminaron de vuelta a la vivienda, donde Sofía le comentó a su madre lo que había sucedido.
- ¡Sofía, qué gran responsabilidad has tomado! - exclamó su mamá, sorprendida y orgullosa.
Sofía le explicó todo lo ocurrido, y se decidió a cuidar del gato hasta encontrarle un hogar. Así fue como Sofía, su perro Rocky, y un pequeño gato se convirtieron en una gran familia.
Desde ese día, Sofía entendió el significado de la responsabilidad, el amor hacia los animales y la importancia de ayudar a quienes lo necesitan. Aprendió que la verdadera felicidad está en compartir, cuidar y amar a quienes nos rodean, sean perros, gatos o personas. Y cada vez que visitaba el parque, Sofía siempre estaba lista para ayudar a los demás, ¡con Rocky siempre a su lado!
Fin.
FIN.