Un día en la playa


Un hermoso día de verano, Salvador y sus padres, Naty y Seba, decidieron hacer un viaje a Miramar. Salvador estaba emocionado por pasar el día en la playa, jugar en la arena y disfrutar del mar.

Cuando llegaron a Miramar, se instalaron en un lugar cerca de la orilla. Salvador no podía esperar para ponerse su traje de baño y correr hacia el agua. Pero antes de eso, decidió construir un castillo de arena con sus excavadoras.

Mientras Salvador jugaba con su excavadora amarilla, encontró una conchita brillante enterrada bajo la arena. La tomó entre sus manos y vio que tenía forma de estrella. Era tan bonita que decidió guardarla como recuerdo especial.

Después de jugar en la arena durante un rato, Salvador finalmente se metió al agua junto a Naty y Seba. Saltaban las olas juntos y reían sin parar. El sol brillaba intensamente sobre ellos mientras disfrutaban del mar refrescante.

De repente, algo inesperado ocurrió: una gaviota traviesa voló sobre ellos y robó el helado que Salvador sostenía en su mano. Todos comenzaron a reírse ante el divertido incidente mientras veían cómo la gaviota volaba lejos con el helado.

Pero esto no desanimó a Salvador ni arruinó su día. Decidieron ir a buscar otro helado para compartirlo todos juntos en la sombra debajo de una sombrilla colorida.

Mientras caminaban por el paseo marítimo buscando una heladería, pasaron frente a un puesto donde vendían juguetes hechos con materiales reciclados. Salvador se detuvo y miró con curiosidad los juguetes hechos de botellas de plástico y cartones. "¡Miren, mamá y papá! Estos juguetes son buenos para el planeta", exclamó Salvador emocionado.

Naty y Seba asintieron en acuerdo y decidieron comprar un juego de construcción hecho de material reciclado para llevar a casa. Después de disfrutar del helado bajo la sombrilla, Salvador volvió a la arena para seguir construyendo su castillo.

Pero esta vez, decidió hacer algo diferente. Utilizó algunas botellas vacías que encontró cerca para crear una torre alta en su castillo. Mientras trabajaba en su nueva creación, un niño llamado Juanito se acercó a Salvador.

"¡Wow! ¡Tu castillo es genial!", exclamó Juanito admirando la torre hecha con botellas. "¿Puedo ayudarte a construir?", preguntó entusiasmado. Salvador sonrió y aceptó encantado la ayuda de Juanito.

Juntos, construyeron el castillo más grande que jamás hayan visto en Miramar. Los demás niños se acercaron para verlo maravillados y comenzaron a jugar juntos en el castillo gigante.

Al final del día, mientras regresaban a casa, Naty le dijo a Salvador: "Hoy aprendimos algo muy importante, mi amor. No importa lo que pase o si algo no sale como esperábamos, siempre podemos encontrar una forma divertida de disfrutar el momento".

Salvador asintió con una gran sonrisa en su rostro y mirando hacia atrás vio su castillo en la playa. Sabía que había dejado un hermoso recuerdo para todos los niños que visitarían Miramar. Y así, Salvador aprendió que la creatividad y el espíritu de colaboración pueden convertir cualquier situación en algo especial.

Desde aquel día, siempre recordaría su aventura en Miramar como una experiencia llena de sorpresas y amistad.

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