Un día en la playa
El mar brillaba como un manto de diamantes bajo el sol, y yo, Nathaniel, me encontraba en la costa, observando las olas romper suavemente en la arena. A mi lado estaba Connor Wheeler, el oficial de policía que todos conocían en el barrio y, lo más importante para mí, el padre de Maddie, la chica que me hacía perder el aliento cada vez que la veía. Estábamos sentados en una de esas viejas patinetas de la playa, sintiéndonos como si tuviéramos el mundo a nuestros pies.
"- No puedo creer que hayamos venido aquí, Nathaniel. Necesitaba un día de descanso", dijo Connor mientras se pasaba una mano por el cabello, despeinándolo aún más. Sus ojos azules brillaban con la luz del sol. Era un hombre de carácter fuerte, pero en esos momentos relajados, había una chispa de calidez en su mirada.
"- Tenías razón. Me alegra que lo hayas decidido, es el lugar perfecto para desconectar", le respondí, sintiendo cómo mi propio corazón latía con más fuerza por el simple hecho de estar allí, al lado de él.
Miré hacia el mar, y una pequeña risa se escapó de mis labios al ver a un grupo de niños jugando con una pelota de playa. Al instante, Connor lo notó y dijo:
"- ¿Te acuerdas de cuando éramos chicos y hacíamos lo mismo? Nunca nos cansábamos de correr y jugar."
Sonreí, recordando esas épocas despreocupadas. "- Sí, y después de caer mil veces en la arena, terminábamos la tarde con un helado en la mano. Era lo mejor."
"- Bueno, quizás debamos repetirlo. Pero primero, tengo que conseguir helados para tantos", dijo Connor en tono de broma, colocándose una mano en la barriga, como si ya estuviera sintiendo el sabor dulce del helado en su paladar.
Al mirar hacia el horizonte, vi cómo un par de surfistas comenzaban a desafiar las olas más grandes. Les vi de reojo, admirando su valentía, y me di cuenta de que en el fondo de mi corazón había algo más que admiración: había un pequeño deseo de intentarlo, aunque nunca había hecho surf en mi vida.
"- ¿Crees que podrías enseñarme a surfear, Connor?" le pregunte de repente, sintiendo cómo un poco de nerviosismo invadía mi pecho.
Connor me miró, sorprendido. "- ¿Tú? Surfear? Eso podría ser un desafío, Nathaniel. Pero por qué no. Sería divertido y además, podría ayudarte a impresionarla", terminó sonriéndome.
Recordar a Maddie me llenó de energía, y un nuevo impulso se encendió en mí. "- sí, ¡sería genial! También pensé que Baldomero podría intentar, así podría conseguir que tuviera una cita con Maddie…" Mi voz se apagó cuando me di cuenta de lo que había mencionado. ¿Y si eso ponía en riesgo mi propia oportunidad con ella?"- Nathaniel, a veces hay que arriesgarse por lo que uno quiere. No tienes que preocuparte por otros. Lo importante es ser valiente y tomar tu propio camino", Connor habló con un tono serio, pero los ojos de su dulzura no se perdieron ni un instante.
Esto resonó en mi interior. Mi corazón palpitó con fuerza, casi como si me diera una especie de empujón a hacer el intento. "- Tienes razón, Connor. Quiero ser valiente... en todos los aspectos", murmuré, sintiéndome más seguro de mi elección.
"- Genial. Entonces mañana, después de aquí, nos dirigimos al lugar de surf. Recuerda, lo peor que puede pasar es que te caigas un par de veces", dijo él riendo. Yo reí con él, sintiendo que esa idea me llenaba de emoción.
En ese momento, pensé que si lograba abrazar ese espíritu valiente, tal vez también tendría el coraje de acercarme a Maddie, felicitarla por su último proyecto en el colegio y hasta invitarla a salir. Las posibilidades parecían infinitas, y la mañana en la playa había apenas comenzado.
FIN.