Un día en la plaza



Ana estaba emocionada porque iba a pasar el día en la plaza con su mamá y su hermanita Antonela. Mientras corrían por el parque, se encontraron con Francesca, una amiga del colegio. Juntas se divirtieron en los juegos, columpiándose y saltando en los juegos coloridos. De repente, Antonela decidió subir al tobogán, y las tres la siguieron. Sin embargo, al llegar a la cima, resbalaron y cayeron al suelo, provocando un pequeño alboroto. Afortunadamente, nadie resultó herido.

En ese momento, apareció Thiago, el hermano mayor de Francesca, para ver qué sucedía. Rápidamente, se ofreció a comprar helados para todos en la heladería cercana. Con los helados en mano, encontraron un lugar agradable donde sentarse y disfrutar de las deliciosas golosinas. Charlaban y se reían alegremente, compartiendo historias de sus aventuras y risas.

Después de un rato, Ana propuso ir a jugar al arenero, y todos asintieron emocionados. Juntos, construyeron castillos de arena y crearon historias fantásticas con sus muñecos. El sol comenzó a descender en el cielo, anunciando que era hora de regresar a casa. Se despidieron con abrazos y promesas de volver a encontrarse pronto. Mientras caminaban de regreso, Ana pensaba en lo maravilloso que había sido pasar el día con sus amigos en la plaza, y lo agradecida que se sentía por tener momentos tan especiales junto a las personas que quería.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, le contó a su mamá todo lo emocionante que había sido su día. Su mamá le sonrió y le recordó lo importante que era valorar el tiempo compartido con amigos y familia. Ana asintió con la cabeza, agradecida por la lección que había aprendido.

FIN.

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