Un día en la plaza con mi madrina
Mérida estaba emocionada porque su madrina la llevó a la plaza. Era un día soleado y perfecto para jugar al aire libre. Mérida corría por los juegos, subía y bajaba por el tobogán y disfrutaba del columpio. De repente, vio un grupo de niños jugando a la rayuela y se acercó con curiosidad.
- ¿Qué están jugando? - preguntó Mérida.
- Es la rayuela, una divertida forma de saltar y divertirse - respondió su madrina. Mérida se animó a probar y pronto estaba saltando y riendo con los demás niños. Pero en un momento, tropezó y cayó al suelo, lastimándose la rodilla.
- ¡Ay, me duele mucho! - exclamó Mérida, con lágrimas en los ojos.
Su madrina se acercó rápidamente y la reconfortó.
- Tranquila, Mérida. Es normal caerse a veces, lo importante es levantarse y seguir adelante. Te ayudaré a curar esa rodilla para que puedas volver a jugar - dijo su madrina.
Mérida se secó las lágrimas y su madrina le curó la rodilla con amor y paciencia. Después, Mérida volvió a la pista de rayuela, esta vez con más cuidado y determinación. Pero justo cuando alcanzaba el último cuadro, una ráfaga de viento desordenó el dibujo en el suelo.
- ¡Oh no, se arruinó la rayuela! - lamentó Mérida.
Su madrina se acercó y le dio una sonrisa alentadora.
- No te preocupes, Mérida. Podemos hacer una nueva rayuela juntas, ¡con diseños aún más divertidos! - dijo su madrina. Entonces, Mérida y su madrina dibujaron una rayuela muy especial, con colores brillantes y formas innovadoras. Los demás niños se unieron a jugar y todos se divirtieron muchísimo. Al final, Mérida aprendió que los obstáculos pueden surgir en el camino, pero siempre hay formas creativas de superarlos y seguir disfrutando. Y lo más importante, podía confiar en su madrina para ayudarla en cada paso del trayecto.
FIN.