Un día en mi escuela



Era un día soleado en la escuela del barrio de La Esperanza. Los niños llegaban con sus mochilas llenas de libros y sueños. Estaba Clara, una niña muy curiosa, que siempre estaba lista para una nueva aventura. Hoy, sin embargo, algo extraño sucedió: ¡las mochilas de todos los niños comenzaron a brillar!

Clara miró a su alrededor con asombro.

"¿Vieron eso? ¡Las mochilas están brillando!" -exclamó.

Sus amigos, Tomás y Sofía, se acercaron corriendo.

"Sí, es raro. ¿Qué crees que significa?" -preguntó Tomás, lleno de curiosidad.

"Tal vez una aventura nos está esperando" -sugirió Sofía con una sonrisa.

Al instante, las mochilas comenzaron a volar y a arrastrar a los niños hacia el patio de la escuela, donde los esperaba un gran arco iris.

"¡Vamos!" -gritó Clara, y todos siguieron.

Cuando llegaron al arco iris, se encontraron con un enorme libro abierto que flotaba en el aire. Estaba lleno de ilustraciones mágicas y letras que danzaban. Clara, emocionada, se acercó al libro.

"¡Es El Libro de las Aventuras!" -dijo en voz alta.

"¿Podemos elegir una aventura?" -preguntó Sofía.

Un susurro salió del libro:

"Por supuesto, elijan sabiamente. Cada página es un nuevo camino".

Los tres amigos se miraron y decidieron que su primera aventura sería en la Tierra de los Animales Hablantes.

Un destello de luz los rodeó y, en un parpadeo, se encontraron en un bosque lleno de árboles enormes, donde los animales tenían la capacidad de hablar. Ellos caminaron un rato hasta que se encontraron con un elefante llamado Eli.

"Hola, chicos. ¿Son nuevos por aquí?" -preguntó Eli con una voz profunda y amable.

Clara asintió.

"Estamos eligiendo nuestra aventura, Eli. ¿Qué nos recomiendas?"

"¡Deben visitar a la Reina de las Aves! Ella tiene el poder de conceder deseos, pero también les enseñará algo valioso" -dijo el elefante.

Los niños decidieron seguir el consejo de Eli. Después de una caminata, llegaron a un árbol gigantesco donde vivía la Reina de las Aves.

"¡Bienvenidos, pequeños aventureros!" -cantó la reina con una melodía hermosa.

"¿Qué desean?" -preguntó con una sonrisa.

Clara se adelantó.

"Queremos aprender a cuidar mejor de nuestro planeta".

"Eso es muy noble. Para concederles ese deseo, necesitaré que resuelvan un pequeño enigma" -dijo la reina, y les presentó un rompecabezas de hojas y flores.

Los amigos se pusieron a trabajar enseguida. Primero, Clara sugirió que clasificarán las hojas por colores. Tomás propuso que buscaran las flores según su tamaño. Finalmente, Sofía tuvo una brillante idea.

"¿Y si organizamos todo por tipo de plantas? Eso hará que sea más fácil encontrar cada una".

La reina sonrió y aplaudió al ver su trabajo en equipo.

"Lo han logrado. ¡Han aprendido el valor de cuidar y respetar la naturaleza!" -dijo. "Como recompensa, les otorgo la habilidad de comunicarse con los animales".

De repente, los niños sintieron un cosquilleo y comprendieron las palabras de un pequeño pájaro que pasaba volando.

"¡Gracias, Reina! ¡Prometemos cuidar el medio ambiente!" -gritaron todos al unísono.

Con una ola de su mano, la reina los llevó de vuelta a su escuela.

"Cuídense y nunca dejen de aprender" -les dijo mientras desaparecía en una nube de plumas.

Al volver, se dieron cuenta de que todas las mochilas seguían brillando. Ahora, estaban llenas de conocimiento.

"Esto fue increíble" -dijo Clara, con los ojos brillantes.

"Sí, y aprendimos cosas que podemos compartir con nuestros compañeros de clase" -añadió Tomás.

Así, emocionados, decidieron contarle a todos en la escuela sobre su aventura mágica y la importancia de cuidar nuestro planeta. Desde ese día, cada vez que un nuevo día soleado llegaba, la escuela del barrio de La Esperanza se llenaba de risas y de ideas nuevas para proteger la naturaleza. Y así, todas las mochilas brillaban más que nunca, llenas de sabiduría y cariño.

El final del día llegó, y mientras los niños regresaban a casa, sabían que el verdadero aprendizaje había comenzado: la aventura de cuidar el mundo que los rodea.

FIN.

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