Un día en Villa Feliz


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, donde vivían dos amiguitos muy curiosos y aventureros: Lucas y Martina. Ambos estaban emocionados porque en la escuela tendrían que hacer una exposición sobre diferentes países del mundo.

El día de la exposición llegó, y los chicos estaban ansiosos por mostrar todo lo que habían aprendido. El salón de clases estaba decorado con banderas de distintas naciones y mapas colgados en las paredes.

Cada niño había elegido un país para investigar y presentar ante sus compañeros. La maestra, la señorita Carolina, les dio la bienvenida a todos con una sonrisa. "¡Buenos días, chicos! ¿Están listos para aprender sobre diferentes culturas?", preguntó entusiasmada.

Los niños asintieron emocionados mientras se preparaban para comenzar las exposiciones. Uno por uno fueron pasando al frente del salón para contarles a sus amigos sobre los países que habían elegido. Primero fue el turno de Lucas, quien había investigado sobre Argentina.

Con su gorrito de fútbol argentino puesto, Lucas comenzó su presentación: "- ¡Hola a todos! Les voy a hablar sobre mi país favorito: Argentina. Aquí se come el delicioso asado y se baila tango".

Los niños aplaudieron emocionados mientras Lucas mostraba fotos de paisajes hermosos como las cataratas del Iguazú y la Patagonia argentina.

Luego fue el turno de Martina, quien había elegido España como su país para exponer: "- ¡Buenas tardes! Hoy les voy a contar todo acerca de España. Aquí se come paella y se baila flamenco", dijo Martina con entusiasmo. Mientras Martina mostraba imágenes de la Sagrada Familia y de las playas españolas, todos los niños imaginaban cómo sería visitar esos lugares tan lejanos.

Después de las exposiciones de Lucas y Martina, llegó el turno del resto de los chicos. Uno por uno presentaron países como Francia, Japón, México e Italia.

Todos estaban aprendiendo cosas nuevas y emocionados por conocer más sobre el mundo que los rodeaba. Cuando terminaron todas las exposiciones, la señorita Carolina felicitó a sus alumnos por su excelente trabajo. "¡Chicos, han hecho un trabajo maravilloso! Han demostrado interés y respeto hacia otras culturas.

Estoy muy orgullosa de ustedes". De pronto, mientras todos aplaudían emocionados, una idea cruzó por la cabeza de Lucas: "- ¡Señorita Carolina! ¿Qué tal si organizamos un Día Internacional en nuestro colegio? Podríamos hacer actividades relacionadas con diferentes países".

La maestra sonrió ante la propuesta del niño: "¡Esa es una excelente idea, Lucas! Podemos organizar juegos tradicionales, preparar comidas típicas y hasta enseñarles a nuestros padres algunas danzas folclóricas".

Los chicos estaban encantados con la propuesta y comenzaron a planificar todo lo necesario para llevar a cabo el Día Internacional en su escuela. Así pasaron los días llenos de emoción y preparativos. Finalmente llegó el gran día del evento.

El colegio estaba decorado con banderas coloridas y había mesas llenas de comida de distintos países. Los niños se divirtieron jugando al bádminton chino, a la rayuela francesa y hasta aprendieron algunos pasos del baile hawaiano.

Los padres también se unieron a la celebración y disfrutaron de las comidas deliciosas que los niños habían preparado. Al finalizar el Día Internacional, todos estaban felices y satisfechos. Habían aprendido sobre diferentes culturas y comprendido la importancia de respetar las diferencias entre las personas.

Lucas, Martina y sus amigos demostraron que, aunque cada país tenga sus propias costumbres y tradiciones, todos podemos convivir en armonía y aprender unos de otros. Desde aquel día, Villa Feliz se convirtió en un lugar donde la diversidad era valorada y celebrada.

Y todo gracias a la curiosidad e iniciativa de Lucas y Martina, quienes lograron enseñarle al mundo que el conocimiento puede ser divertido e inspirador cuando nos abrimos a nuevas experiencias.

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