Un Día Inesperado en la Pileta



Era un cálido día de verano en el barrio de Sol y Sombra, y los niños esperaban ansiosos la apertura de la pileta municipal.

"¿Vamos a la pileta, Luqui?" - preguntó Malu con una gran sonrisa.

"¡Sí! Pero hay que llevar a la abuela, dice mamá que no la podemos dejar sola." - respondió Luqui.

"Uh, sí... La abuela siempre se queja de que nunca la llevamos a ningún lado. ¡Vamos!" - dijo Malu, emocionada.

Los dos amigos se dirigieron a la casa de la abuela de Luqui, que se encontraba en la esquina. Cuando la abuela vio a los niños, los recibió con una sonrisa.

"¿Adónde van, chicos?" - preguntó la abuela con curiosidad.

"Vamos a la pileta, abuela. ¡Queremos que vengas con nosotros!" - exclamó Luqui.

La abuela titubeó, ya que no era muy fanática del agua y le preocupaban las olas en la piscina.

"Pero no sé nadar, y el agua puede ser peligrosa..." - murmuró la abuela.

Malu, intentando animar a la abuela, sugirió:

"¿Y si te enseñamos a nadar? ¡Podés disfrutar igual!"

"Bueno, quizás... No me gustaría quedarme sin hacer nada mientras ustedes se divierten." - aceptó la abuela.

Y así, partieron los tres hacia la pileta. Al llegar, los colores y los gritos de alegría llenaban el lugar. Había niños saltando, otros jugando con pelotas, y algunos simplemente flotando en el agua.

"¡Mirá toda esa diversión, abuela!" - dijo Luqui tomándole la mano.

Después de cambiarse, Malu se metió en el agua, mientras Luqui le ofrecía una mano a su abuela.

"¿Vamos, abuela?" - preguntó él.

La abuela dudó, pero al ver a sus nietos disfrutando, decidió entrar un pie en el agua.

"¡Está fría!" - gritó.

"Pero te vas a acostumbrar, abuela. ¡Solo tenés que dar un paso más!" - la alentó Malu desde la piscina.

Con mucho esfuerzo, la abuela finalmente se zambulló completamente. Al principio, fluyó en el agua asustada, pero luego comenzó a reír cuando sus nietos la sostuvieron.

"¡Ay, qué divertido!" - exclamó la abuela. "¡Yo no sabía que esto era tan agradable!"

Sin embargo, no todo fue un cuento de hadas. Mientras jugaban, un grupo de niños decidió hacer una carrera en la pileta, creando olas y salpicaduras.

Un pequeño niño, de nombre Tomi, se asustó y no pudo mantener la calma. Su madre lo miraba nerviosa desde el borde.

"Malu, mirá a ese niño. Creo que necesita ayuda." - dijo Luqui, mientras señalaba a Tomi.

Malu no dudó ni un instante y se dirigió hacia él:

"Hola, Tomi. ¿Estás bien?"

"No sé nadar, tengo miedo de que me hunda..." - respondió Tomi, con lágrimas en los ojos.

La abuela, al escuchar esto, se sintió conmovida y decidió ayudar. Se acercó a Tomi con una sonrisa.

"Yo también tenía miedo al agua, pero mis nietos me han enseñado que es muy divertido. ¡Ven, te voy a mostrar!"

Con dulzura, la abuela se arrodilló en el borde de la pileta.

"Solo tenés que sostenerme de la mano. Te prometo que te va a encantar."

Tomi dudó, pero después de ver la sonrisa de la abuela, tomó coraje y se acercó. Pronto, la abuela empezó a enseñarle a flotar mientras los otros niños también se unieron.

La pileta se llenó de risas y chapoteos. Al fin y al cabo, la abuela de Luqui no solo aprendió a disfrutar del agua, sino que también ayudó a alguien que estaba pasando miedo.

"Muchas gracias, abuela. Estás increíble!" - dijo Tomi, mientras reía nuevamente.

Ya al atardecer, todos comenzaron a salir del agua.

"¡Hoy fue el mejor día de todos!" - dijo Luqui, feliz.

"Definitivamente, hay que volver más seguido, ¿no?" - comentó Malu mientras se secaban.

La abuela sonrió, sabía que había hecho algo especial.

"¡Cómo no! Ahora que sé lo divertido que es, me gustaría venir cada semana. ¡Además, puedo enseñarles a hacer palomas en el agua!" - bromeó.

Los tres rieron juntos. Esa jornada les enseñó a todos que a veces, el miedo puede convertirse en aventuras y que las risas se comparten siempre mejor en compañía. La abuela de Luqui se convirtió no solo en una abuela más, sino en la heroína de sus nietos. Y desde aquel día, las salidas a la pileta se transformaron en una tradición familiar llena de alegría, risas y aprendizaje.

Así concluyó un día inesperado en la pileta, donde la amistad y el amor familiar flotaron más que nunca, como un grande y hermoso flotador en el agua.

FIN.

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