Un Día Lluvioso y Mágico
En una pequeña casa de un tranquilo barrio, un niño llamado Tomás se despertó una mañana lluviosa. Al mirar por la ventana, vio cómo las gotas caían del cielo y se acumulaban en los charcos.
- ¡Mamá! -gritó con entusiasmo- ¡No puedo salir a jugar!
- Es un buen día para quedarte en casa y hacer algo divertido -le respondió su mamá mientras preparaba un chocolate caliente.
Tomás se sentó en la sala y, mientras veía la lluvia caer, le dio un suave golpecito a su perro, Lucas, un labrador juguetón que siempre estaba a su lado. Por otro lado, en el alféizar de la ventana, su gato, Gato, observaba la lluvia con curiosidad.
- ¿Qué hacemos hoy? -preguntó Lucas moviendo su cola.
- No lo sé -dijo Tomás- pero no quiero estar aburrido. ¡Necesitamos un plan!
- ¿Y si jugamos a las escondidas? -sugirió Gato, que nunca había sido muy aficionado a los juegos pero quería ayudar.
- ¡Genial idea! -respondió Tomás emocionado.
Así, comenzaron a jugar. Lucas contaba mientras Tomás se escondía. Luego, Lucas buscaba por toda la casa, pero siempre terminaba encontrando a Tomás antes de tiempo.
Pero en un momento de la búsqueda, Lucas notó algo extraño.
- ¡Tomás! -ladró-. Creo que hay algo afuera.
Tomás se asomó a la ventana y vio cómo, entre las gotas, una pequeña criaturita se movía por el jardín. Era un patito que parecía perdido y frío.
- ¡Pobrecito! -exclamó Tomás- ¡Tenemos que ayudarlo!
- No podemos salir, está lloviendo mucho -dijo Gato, un poco nervioso.
- Pero si no hacemos algo, se mojará aún más -argumentó Lucas, moviendo su cola con determinación.
Después de un momento de reflexión, Tomás tuvo una idea brillante.
- ¡Voy a ponerme mi impermeable y botas de lluvia! Ustedes me ayudarán desde aquí. -y comenzó a prepararse.
Tan pronto como estuvo listo, salió por la puerta con cuidado. La lluvia caía con fuerza, y el mundo afuera era un mar de gotas brillantes. Vio al patito temblando y, con mucho cuidado, se acercó.
- ¡Hola, amigo! -le dijo con voz suave- No te asustes, voy a ayudarte.
Tomás se inclinó y, con delicadeza, recogió al patito. Estaba empapado, pero parecía sentirse a salvo en brazos de Tomás.
- Bueno, ya estamos juntos -dijo Tomás mientras regresaba a la casa, con el patito bajo su abrigo.
Cuando cruzó la puerta, Lucas y Gato lo recibieron con grandes ojos.
- ¡Lo logramos! -gritó Lucas feliz.
El patito se acurrucó entre las manos de Tomás, y pronto comenzó a secarse y a sentirse más cómodo.
- ¿Qué nombre le pondremos? -preguntó Gato, ahora un poco más involucrado.
Tomás pensó un momento.
- ¡Le pondremos Chispa! Por su color amarillo brillante y porque parece una chispa de alegría en este día nublado.
Así, pasaron el resto del día lluvioso juntos, con Chispa haciendo pequeñas travesuras mientras Lucas y Gato jugaban con él. No había un solo momento de aburrimiento. Al anochecer, Tomás miró a sus amigos con felicidad.
- Este día lluvioso se volvió especial gracias a ustedes. -dijo sonriendo.
Y así, aprendió que incluso en los días más nublados, siempre hay una chispa de alegría que puede surgir si están juntos y se ayudan. El hogar se había llenado de risas y juegos, y la lluvia parecía una melodía alegre que acompañaba su historia.
FIN.