Un Día Mágico con Pello
Era un hermoso día soleado en la ciudad de Buenos Aires. Santiago, un chico de diez años, había despertado lleno de energía y entusiasmo. Hoy iba a pasar el día con su familia y su querido perro, Pello. Desde que Pello llegó a su vida, todo se volvió más divertido y aventurero.
- ¡Vamos, Pello! - dijo Santiago, mientras brincaba hacia el jardín donde su perro, un golden retriever de pelaje suave y dorado, movía la cola con alegría.
La familia de Santiago había planeado un día en la plaza del barrio, donde habría actividades, juegos y un concurso de talentos. Santiago, emocionado, se vistió rápidamente, puso la correa de Pello y llamó a sus papás.
- ¡Mamá, papá! ¡Ya estamos listos! - gritó mientras corría hacia la cocina.
- ¡Esperen un segundo! - respondió su mamá, Sofía. - Necesitamos llevar agua y algo para picar. ¡No se puede salir sin snacks!
La familia se preparó y, finalmente, partieron hacia la plaza, riendo y conversando. En el camino, Santiago le contaba a Pello sobre el concurso de talentos.
- Hoy voy a cantar, Pello. ¡Va a ser increíble! - decía Santiago mientras Pello lo miraba con sus grandes ojos marrones, con la lengua afuera, como si entendiera cada palabra.
Al llegar a la plaza, se encontró con sus amigos y comenzaron a jugar en los toboganes y hamacas. Santiago estaba tan contento que no podía dejar de reír.
Luego de un rato de diversión, llegó el momento del concurso.
- ¿Te animás a cantar conmigo, Pello? - preguntó Santiago. Los amigos se rieron.
- No creo que Pello sepa cantar, pero sería divertido. - dijo Tomás, su mejor amigo.
Santiago subió al escenario, nervioso pero decidido. Cuando llegó su turno, respiró hondo y comenzó a cantar una canción que había ensayado en casa. La gente aplaudía y animaba, pero lo que Santiago no sabía era que detrás de él, Pello había decidido hacer de las suyas.
Mientras Santiago cantaba, Pello saltó del borde del escenario y comenzó a correr por la plaza, persiguiendo a una mariposa.
- ¡Pello, ven acá! - gritó Santiago, distrayéndose de su canción. La gente rió y aplaudió todavía más al ver los travesuras de Pello.
- ¡Es un show dentro de otro show! - comentó Mariana, otra amiga.
Pero Santiago, lejos de enojarse, se dejó llevar por la risa del momento.
- ¡Está bien, Pello! ¡Canta conmigo! - dijo, divirtiéndose a más no poder junto a su mascota que giraba y saltaba. Todos aplaudían la improvisada presentación.
Al finalizar el concurso, aunque no ganó, Santiago se sintió como un verdadero triunfador. Se dirigió hacia Pello, que había regresado luciendo orgulloso y con la lengua afuera.
- ¡Hiciste un gran trabajo, amigo! - dijo Santiago mientras acariciaba la cabeza de Pello. - Siempre has sido la estrella.
Decidieron después unirse a unos juegos de carrera con sus amigos. Santiago corrió con tanto entusiasmo que al poco tiempo se quedó sin aliento y tuvo que detenerse.
- ¡Si no paramos no puedo volver a cantar! - exclamó Santiago entre risas.
Finalmente, el tiempo pasó volando y fue hora de regresar a casa. En el camino, Santiago reflexionó.
- Hoy fue un día increíble, ¿no creés, Pello? - dijo, satisfecho.
- ¡Sí, fue genial! - replicó su mamá. - A veces, las cosas no salen como uno esperaba, pero eso no significa que no se puede pasar un buen rato. -
Santiago sonrió, entendiendo que lo más importante era disfrutar de cada momento con su familia y su mejor amigo, Pello.
Y así, llenos de risas y nuevas historias que contar, regresaron a casa con la promesa de tener más días mágicos por delante.
FIN.