Un Día sin Escuela
Había una vez una niña llamada Valentina que vivía en un pequeño pueblo. Valentina tenía 8 años y un gran amor por los colores y la pintura. Sin embargo, había un problema: no quería ir a la escuela.
Un día, mientras su mamá la despertaba para prepararla para el colegio, Valentina se quejó:
"¡No quiero ir a la escuela! Es aburrido y solo quiero pintar todo el día".
Su mamá, que sabía lo mucho que Valentina disfrutaba de la pintura, la miró con ternura y le dijo:
"Valen, la escuela también puede ser divertida. Allí aprenderás cosas nuevas que te ayudarán a ser la gran artista que deseas".
Pero Valentina siguió protestando.
"No, prefiero quedarme en casa y pintar. ¿Qué pasa si puedo perderme algo importante en la escuela?".
Esa mañana, mientras Valentina se sentaba en su habitación con sus pinceles y su lienzo, pensó en lo que su mamá había dicho. Pero de repente le sobrevino una idea.
"¿Y si organizará una gran muestra de arte con mis obras? Eso sería mucho más divertido que ir a la escuela".
Valentina comenzó a pintar frenéticamente, creando hermosos cuadros llenos de colores.,
Pasaron las horas y, para su sorpresa, el sol empezó a esconderse. Miró por la ventana y se dio cuenta de que había olvidado la hora y no había hecho nada más que pintar.
"¡Oh no! No puedo dejar que mi madre vea que no fui a la escuela y solo pinté todo el día. Necesito encontrar una forma de solucionarlo".
Cogió su mochila y decidió que, en lugar de ir a casa directamente, iría a la escuela. Cuando llegó, se encontró con sus compañeros en el patio, disfrutando de su almuerzo. Uno de ellos, Tomás, la vio:
"Valen, ¡dónde estabas! Nos perdimos lo más divertido de la clase de arte. La profesora nos enseñó a mezclar colores".
"¿En serio? Eso suena increíble..." dijo Valentina, sintiendo un pequeño cosquilleo de emoción.
Valentina no quería perderse la próxima clase, así que se unió a sus amigos. La profesora les explicó cómo crear diferentes tonalidades y texturas, y Valentina estaba entusiasmada al ver cómo todos estaban sumidos en su arte.
Al final del día, Valentina se despidió de sus amigos y se sintió diferente. Había aprendido un montón, no solo sobre el arte, sino sobre trabajar en equipo y disfrutar de la compañía de los demás.
"¿Qué tal si hacemos una muestra de arte en la escuela?" propuso.
Sus amigos se entusiasmaron:
"¡Sí! ¡Qué buena idea!".
Esa noche, Valentina fue a casa con una gran sonrisa. Mira a su madre y le dijo:
"¡Mamá! Hoy aprendí cosas nuevas en la escuela y tengo un genial plan. Vamos a hacer una muestra de arte para que todos vean lo que hemos creado".
Su mamá, emocionada, le respondió:
"¡Qué gran idea, Valen! Te acompaño en este proyecto. También podemos invitar a tus amigos a participar".
Durante los siguientes días, Valentina y sus amigos trabajaron arduamente para organizar la muestra. Aprendieron a colaborar, a compartir ideas y a expresar sus emociones a través del arte. El gran día llegó y todo el pueblo fue invitado.
La exhibición fue un éxito rotundo. Valentina sonreía al ver a todos disfrutando de sus pinturas. Cuando terminó el evento, la profesora se acercó a ella:
"Valentina, estoy muy orgullosa de ti. Has hecho un gran trabajo y además, aprendiste que la escuela puede ser divertida y emocionante".
Desde entonces, Valentina empezó a ir al colegio con una nueva actitud. Comprendió que la escuela no era solo un lugar de obligación, sino un espacio lleno de oportunidades para aprender y crecer. Le gustaba escuchar a sus profesores y compartir momentos divertidos con sus amigos.
Valentina nunca dejó de pintar, pero ahora también disfrutaba de sus clases. Aprendió que el arte y el conocimiento pueden ir de la mano y se dio cuenta de que cada día en la escuela era una nueva chance para crear“,
Con cada pincelada y cada aprendizaje, Valentina se convirtió en una gran artista, y además, una estudiante feliz. Y así, con el tiempo, descubrió que no solo la pintura podía colorear su vida, sino también lo que aprendía todos los días en la escuela.
FIN.