Un Encuentro Inesperado



Era un sábado soleado y Lorna y Tania estaban ansiosas por la reunión que habían planeado con sus amigos de la escuela. La noche anterior, habían hecho una lista de juegos, snacks y hasta una canción que querían compartir con ellos. Sin embargo, cuando llegó el día, todo parecía un poco distinto.

Alrededor de la mesa, su mamá llenaba los platos de comida mientras ellas compartían historias sobre lo que planeaban.

"¡No puedo creer que finalmente estaremos todos juntos!" - dijo Lorna, sonriendo de oreja a oreja.

"Sí, ¡habrá tantas cosas divertidas!" - añadió Tania, emocionada.

Su mamá, que había estado escuchando atentamente, levantó una ceja y comentó:

"Yo no vi a ninguno de tus amigos por aquí, y tampoco saliste de la casa. ¿Qué sucedió?"

Las chicas se miraron y, aunque estaban confundidas, decidieron contarlo todo.

"Es que... no se siente muy seguro salir ahora. Ellos venían a casa, pero... hubo un pequeño malentendido" - explicó Tania.

"Sí, pensaron que nosotros iríamos a la plaza, pero al final decidieron quedarse en sus casas porque empezó a lloviznar un poco" - agrego Lorna.

La madre las miró con un guiño:

"Ah, ya veo. Pero, ¿por qué no improvisaron algo en casa? A veces, las mejores aventuras son las que no planeamos. ¡Piensen en lo que podrían hacer aquí!"

Lorna y Tania se quedaron pensativas.

"Tienes razón, mamá. Tal vez podríamos hacer una videollamada y jugar algunos juegos virtuales juntos" - sugirió Lorna, su rostro iluminándose de nuevo.

"¡O cocinar algo especial!" - exclamó Tania, con los ojos brillando de emoción.

Después de discutir, decidieron hacer ambas cosas. Pasaron la tarde llamando a sus amigos, quienes se entusiasmaron con la idea. Mientras los chicos se conectaban, Lorna y Tania comenzaron a preparar unas galletas de chocolate. La risa y la diversión no tardaron en llenar la cocina.

De repente, el timbre sonó.

"¡Alguien vino!" - dijo Tania sorprendentemente.

"¡Vamos a ver quién es!" - respondió Lorna, mientras se dirigían rápidamente hacia la puerta.

Al abrirla, encontraron a sus amigos, completamente empapados por la lluvia, pero sonriendo como si hubieran encontrado un tesoro.

"¡Sorpresa! Escuchamos que no saldrían, así que decidimos venir y jugar con ustedes!" - dijo uno de los chicos.

"¡Sí! Además, ¡o nos perdíamos esas galletitas!" - agregó otro.

Las chicas se miraron, y sin pensarlo dos veces, las invitaron a entrar. La tarde continuó con juegos de mesa, risas y, claro, las galletas que habían hecho.

"¡Esto es aún mejor que lo que habíamos planeado!" - dijo Tania, agradecida de que sus amigos estuvieran allí.

"Y no necesitamos un plan perfecto para divertirnos, solo necesitamos estar juntos" - agregó Lorna.

Cuando el sol se ocultó, todos se despidieron con la promesa de que harían más reuniones como esta.

"Esperemos que llueva más seguido entonces!" - bromeó un amigo con una sonrisa.

"Jajaja, sí, ¡para que vengan siempre!" - rió Lorna.

Y así, aunque no todo salió como esperaban, descubrieron que la verdadera diversión a veces se encuentra en lo inesperado, y que lo más importante es tener a las personas que amamos a nuestro lado.

Desde aquel día, Lorna y Tania aprendieron a nunca subestimar una lluvia y a siempre estar listas para hacer de cualquier día una aventura.

A veces, los giros inesperados pueden llevarte a los mejores momentos de tu vida.

FIN.

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