Un Encuentro Inesperado
En un colorido bosque lleno de árboles y flores, vivía una niña llamada Caperucita Roja. Tenía una capa roja brillante que le había tejido su abuela. Un día, su madre le pidió que llevara una canasta de comida a su abuela, que vivía del otro lado del bosque.
"Caperucita, cuida el camino y no te distraigas con nada, ¿sí?" - le dijo su madre mientras le entregaba la canasta.
"Sí, mamá. No me apartaré del camino, lo prometo" - respondió Caperucita, emocionada por la aventura.
Mientras caminaba, Caperucita se encontró con un hermoso arroyo lleno de piedras de colores. Fascinada por los colores, decidió recoger algunas.
"¡Mira qué lindas!" - gritó Caperucita, llenando sus manos con las piedras.
De pronto, oyó un crujido detrás de ella. Se dio vuelta y vio al Lobo Feroz, que la miraba con una mezcla de curiosidad y una sonrisa amigable.
"Hola, pequeña. ¿Qué haces aquí?" - preguntó el lobo, sin enseñar los dientes.
"Hola, Lobo. Estoy llevando comida a mi abuela" - contestó Caperucita sorprendida pero sin miedo.
El lobo, que en su interior deseaba ser amigo en lugar de un feroz depredador, decidió cambiar su enfoque.
"Qué lindo gesto. ¿Te gustaría que te acompañara? El camino es largo y puede ser peligroso" - sugirió.
Caperucita pensó por un momento. Había escuchado muchas historias sobre el Lobo Feroz, pero nunca había tenido una experiencia directa con uno.
"Está bien, pero prométeme que serás amable" - dijo, sintiéndose un poco insegura.
"¡Claro que sí!" - afirmó el lobo, con una sonrisa más amplia.
Mientras caminaban juntos, empezaron a hablar y conocerse. Caperucita le contó historias sobre su vida en el pueblo y cómo le encantaba visitar a su abuela.
"¿Y vos? ¿Qué te gusta hacer, Lobo?" - preguntó Caperucita, intrigada.
"Soy un lobo solitario. Siempre he querido tener amigos, pero las otras criaturas me temen" - dijo el lobo con tristeza.
Caperucita, sintiendo empatía, le dijo:
"No deberías preocuparte tanto por lo que piensan los demás. Lo más importante es ser tú mismo y mostrar tu verdadero corazón".
A medida que continuaban su camino, encontraron una serie de obstáculos: un árbol caído y un arroyo peligroso. Caperucita se sintió temerosa, pero el lobo le ofreció su ayuda.
"Puedo ayudarte a cruzar" - le dijo el lobo, ayudándola a atravesar el árbol caído y a saltar el arroyo.
"Gracias, Lobo, no sabía que eras tan fuerte y amable" - respondió Caperucita, con una sonrisa.
Finalmente, llegaron a la casa de la abuela. Caperucita tocó la puerta.
"¡Abuela! Soy yo, Caperucita Roja!" - gritó, mientras el lobo se quedó al margen, nervioso por lo que podría pensar la abuela de él.
La abuela salió y, al ver al lobo, se sorprendió, pero luego sonrió al ver la actitud amigable de Caperucita.
"¿Quién es tu amigo, querida?" - preguntó.
"¡Es el Lobo! Pero no es un lobo feroz, es muy amable y me ayudó en el camino" - explicó Caperucita.
La abuela se acercó al lobo con una gran sonrisa.
"Hola, Lobo. Gracias por cuidar de mi nieta. A veces las apariencias engañan" - dijo.
El lobo se sintió aliviado y contento. A partir de ese día, Caperucita y el Lobo Feroz se convirtieron en grandes amigos. Juntos, visitaban a la abuela y exploraban el bosque.
Caperucita se dio cuenta de que incluso quienes parecen ser malos pueden tener un gran corazón si se les da la oportunidad. Y el Lobo Feroz aprendió que la verdadera amistad se basa en la confianza y la amabilidad.
Y así, el bosque dejó de ser un lugar de temores y comenzó a ser un espacio de amistades inusuales y hermosas.
FIN.