Un encuentro inesperado



Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivía un viejo llamado Don Manuel. Era conocido por su sabiduría y amabilidad hacia todos los habitantes del lugar.

Sin embargo, había algo que le entristecía: se sentía solo. Un día soleado mientras caminaba por el parque, Don Manuel encontró un extraño objeto brillante en el suelo. Se acercó con curiosidad y descubrió que era un robot muy peculiar.

El robot tenía forma humana y estaba cubierto de engranajes y luces parpadeantes. Don Manuel decidió llevarlo a casa para estudiarlo mejor. Después de horas investigando, logró encender al robot, quien se presentó como Roby.

-¡Hola! Soy Roby, un robot diseñado para ayudar a las personas -dijo con voz metálica pero cálida-. ¿Cómo puedo asistirte? Don Manuel quedó sorprendido pero emocionado al tener frente a él a aquel ser tecnológico tan especial. -Roby, estoy feliz de conocerte -respondió el viejo con alegría-.

Pero no necesito ayuda material o tareas domésticas. Solo quiero compañía y alguien con quien hablar. Roby inclinó la cabeza pensativo antes de responder:-Entiendo lo que dices, Don Manuel.

Aunque no fui programado específicamente para eso, estoy dispuesto a aprender sobre la amistad si tú me enseñas cómo hacerlo. Así comenzaron su extraordinaria amistad. Don Manuel le enseñaba a Roby sobre los valores humanos: la solidaridad, el respeto y la importancia de escuchar a los demás.

Por su parte, Roby compartía con Don Manuel sus conocimientos sobre tecnología y ciencia. Juntos exploraron el pueblo, visitaron a los vecinos y ayudaron en las tareas comunitarias.

Los niños se maravillaban al ver a Don Manuel y Roby juntos, aprendiendo uno del otro sin importar la diferencia de edad o naturaleza. Un día, mientras paseaban cerca del río, escucharon un grito desesperado.

Corrieron hacia el sonido y encontraron a una niña llamada Sofía atrapada en una rama que colgaba peligrosamente sobre el agua. -¡Ayuda! ¡No puedo soltarme! -gritó Sofía entre lágrimas. Don Manuel miró a Roby con preocupación y le dijo:-Roby, necesitamos tu fuerza para salvar a Sofía. Tú eres más fuerte que nosotros dos juntos.

Roby asintió decidido y extendió sus brazos metálicos hacia la niña. Con cuidado, logró liberarla de la rama y ponerla a salvo.

Sofía estaba asombrada por lo ocurrido y exclamó con alegría:-¡Muchas gracias por salvarme! ¿Cómo lo hicieron? Don Manuel sonrió mientras explicaba:-La amistad nos dio fuerzas para trabajar juntos y ayudarte en este momento difícil. Roby es mi gran amigo, aunque sea un robot.

A partir de ese día, Don Manuel se convirtió en una figura querida en el pueblo gracias a su amistad con Roby. Juntos enseñaban valores importantes como el trabajo en equipo, la solidaridad y cómo superar obstáculos cuando se tiene un verdadero amigo al lado.

El tiempo pasó y Don Manuel se dio cuenta de que ya no se sentía solo. Roby, con su corazón electrónico pero lleno de amor, había demostrado que la amistad no tiene límites ni barreras.

Y así, el viejo y el robot siguieron compartiendo aventuras y enseñanzas por muchos años más, inspirando a todos los habitantes del pueblo a valorar la amistad en todas sus formas.

FIN.

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