Un Encuentro Mágico



Era un hermoso día soleado en el campo, y la Garza Maya volaba entre los árboles, disfrutando de la brisa fresca. De repente, vio algo moverse entre la hierba. Curiosa, decidió acercarse.

"Hola, ¿quién está ahí?" - pregunto Maya.

"Soy Rey, un caballo que ama correr y jugar. ¿Y tú?" - respondió un hermoso caballo de pelaje castaño.

Maya sonrió. "Soy la Garza Maya. Me encanta volar y jugar, ¿te gustaría que jugáramos juntos?"

"¡Sí! - exclamó Rey emocionado. - ¡Me encantaría!"

Así, los nuevos amigos comenzaron a jugar. Maya volaba por encima de Rey, que corría y saltaba, tratando de atraparla. Rieron y disfrutaron del día hasta que Rey dijo: "Maya, ¿te gustaría hacer una carrera?"

"¡Es una gran idea! Pero hay una trampa..." - dijo Maya con un tono divertido. "Tú correrás, pero yo volaré a tu lado. ¡¿Qué tal? !"

Los dos se prepararon y, al dar la señal, Rey salió disparado. La Garza Maya lo seguía desde el aire, soltando risas.

Durante la carrera, Maya notó algo extraño. "Rey, ¡detente! ¿Viste eso?" - gritó.

Rey se detuvo de golpe. "¿Qué pasa, Maya?"

"Allí, por el camino, veo un grupo de animales atrapados en un charco. ¡Vamos a ayudarlos!"

Sin dudarlo, Rey y Maya se dirigieron rápidamente hacia el lugar. Al llegar, encontraron a unos pequeños conejos y aves que no podían salir del charco.

"No se preocupen, ya los ayudaremos!" - dijo Rey, que intentó con su pata despejar el barro.

Maya, volando, trató de guiar a los animales. "¡Salten hacia mí, yo los atraparé desde el aire!"

Los conejos siguieron las instrucciones de Maya, mientras Rey empujaba el barro con fuerza.

Después de un rato, todos los animales estaban a salvo.

"¡Gracias, Rey y Maya! No sabemos qué habríamos hecho sin ustedes." - dijeron los conejos.

Rey se sonrojó de felicidad y respondió: "Siempre es mejor ayudar a los demás, ¿verdad, Maya?"

"Así es. Además, ¡ha sido una gran aventura!" - respondió Maya.

Y así, con el corazón lleno de alegría, ambos amigos comenzaron a jugar de nuevo. Pero esta vez, lo hacían de una manera diferente: aprendieron que siempre podían encontrar tiempo para ayudar a los demás y, al mismo tiempo, divertirse.

La tarde pasó volando entre risas y juegos, y los dos nuevos amigos prometieron seguir ayudando a los animales del campo siempre que lo necesitaran. Cuando el sol comenzó a ponerse, Maya y Rey volaron hacia casa, pero no sin antes prometerse otro día de aventuras.

Juntos, descubrieron que la verdadera diversión está en ayudar a otros y en la amistad que compartían. Y así, la Garza Maya y el Caballo Rey vivieron muchas más aventuras, siempre recordando que jugar era maravilloso, ¡pero ayudar era aún mejor!

FIN.

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