Un equipo imparable


Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de árboles y montañas, una niña llamada Luna. Luna vivía cerca de un arroyo cristalino donde solía jugar todos los días con sus amigos, los animalitos del bosque.

Un día, al despertar y dirigirse hacia su lugar favorito, se dio cuenta de que algo extraño estaba pasando. El arroyo que solía brillar bajo la luz del sol ahora lucía oscuro y lleno de basura.

Botellas plásticas flotaban en el agua, envoltorios de caramelos se enredaban en las ramas de los árboles y un olor desagradable invadía el aire. Luna sintió tristeza al ver cómo su hogar natural estaba siendo contaminado por la mano descuidada de los seres humanos.

Decidida a tomar acción, Luna reunió a sus amigos: Tomás el zorro, Martina la ardilla y Simón el conejo. Juntos idearon un plan para limpiar el arroyo y devolverle su esplendor original.

Equipados con bolsas de basura y guantes recogieron cada pedacito de desecho que encontraron a su paso. "¡Vamos chicos! ¡Podemos hacerlo si trabajamos juntos!" - exclamó Luna con determinación mientras sacaba del agua una lata oxidada.

Los animales del bosque se unieron a la causa llevando consigo ramas para limpiar las orillas y piedras para despejar el camino del arroyo. Poco a poco, con esfuerzo y dedicación, lograron retirar toda la contaminación acumulada durante días.

Al finalizar la tarea, Luna observó orgullosa cómo el arroyo recuperaba su brillo original. El agua volvía a fluir libremente entre las piedras pulidas por el tiempo y los peces regresaban a nadar en sus profundidades transparentes.

"¡Lo logramos!" - gritaron todos emocionados al ver el resultado de su trabajo conjunto. Desde ese día, Luna y sus amigos se comprometieron a cuidar no solo el arroyo sino todo su entorno natural.

Realizaban jornadas de limpieza periódicas e invitaban a otros habitantes del pueblo a sumarse a la causa. Pronto, gracias al ejemplo de solidaridad y amor por la naturaleza que habían mostrado, más personas se unieron para preservar la belleza del lugar donde vivían.

Y así fue como La niña Luna demostró que con valentía y trabajo en equipo era posible transformar un escenario sombrío en uno lleno de vida y esperanza.

Su historia inspiró a grandes y chicos a ser guardianes responsables del medio ambiente, recordándoles que cada pequeña acción cuenta cuando se trata de proteger nuestro hogar común: La Tierra.

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