Un hogar para la ardilla
Hace mucho, mucho tiempo, cuando los animales hablaban, en un bosque muy verde y frondoso, vivía una ardilla feliz en su árbol favorito. Le gustaba saltar de rama en rama y disfrutar de la frescura que le daba su hogar en lo alto.
Un día, mientras se preparaba para almorzar, una nube cubierta de una oscura sombra comenzó a acercarse al bosque.
"¿Qué es eso?" preguntó la ardilla, mirando hacia arriba, asustada.
"Es una tormenta, amiga", respondió un pájaro que pasaba volando. "Se dice que podría ser muy fuerte".
La ardilla decidió que era un buen momento para buscar refugio. Saltó de su árbol y comenzó a correr hacia un árbol vecino, pero en el camino se encontró con un conejo muy nervioso que parecía estar buscando algo.
"¿Qué te pasa, amigo conejo?" preguntó la ardilla.
"He perdido el camino a mi casa y esta tormenta está por llegar. No sé cómo voy a volver a mi agujero", dijo el conejo mientras temblaba.
"No te preocupes, vamos juntos", sugirió la ardilla. Así, los dos se pusieron en marcha mientras el viento comenzaba a soplar con fuerza.
Al poco rato, se encontraron con un viejo búho que estaba posado en una rama baja. "¿Dónde vas tan apurado, ardilla?" inquirió el búho.
"Debemos ayudar al conejo a encontrar su casa antes de que empiece la tormenta", explicó la ardilla.
"Eso es muy noble de tu parte", dijo el búho. "Sin embargo, es un camino peligroso. Deben tener cuidado con el río que se encuentra más adelante".
La ardilla y el conejo siguieron avanzando, y cuando llegaron al río, se dieron cuenta de que el agua estaba subiendo rápidamente debido a la lluvia.
"¿Y ahora qué hacemos?" exclamó el conejo. "No podemos cruzar así".
La ardilla pensó un momento y dijo: "Podemos construir un puente pequeño usando ramas y hojas. ¡Tú también puedes ayudar!".
Juntos recolectaron ramas secas, mientras la lluvia comenzaba a caer sobre ellos como pequeñas gotas de felicidad. A cada momento se animaban uno al otro.
"¡Eso es, dale!", decía la ardilla, mientras el conejo sostenía una rama.
Finalmente, lograron construir un puente lo suficientemente fuerte como para cruzar.
"¡Lo logramos!" gritó el conejo mientras cruzaban.
Al llegar al otro lado, aún les faltaba un largo camino hasta la casa del conejo, pero ya no tenían miedo. Juntos enfrentaron los vientos y la lluvia, apoyándose mutuamente en cada paso.
Finalmente, después de un rato, llegaron a una pequeña colina. El conejo se iluminó al ver un arbusto con flores cerca.
"¡Allí está mi casa!" gritó emocionado. La ardilla, feliz por su amigo, se despidió
"Gracias, amiga ardilla. No habría llegado sin ti. Te invito a comer zanahorias cuando pase la tormenta", dijo el conejo.
"¡Por supuesto!" dijo la ardilla, saltando de alegría.
Cuando la tormenta pasó y el sol volvió a brillar, la ardilla regresó a su árbol. Aprendió que ayudar a un amigo no solo trae satisfacción, sino que también puede llevarte a vivir aventuras inesperadas.
Y así, en el bosque siempre verde, la ardilla y el conejo se hicieron grandes amigos, compartiendo no solo zanahorias, sino también historias de valentía y generosidad.
FIN.