Un Hogar para Siempre



Había una vez en una pequeña ciudad, un gato callejero llamado Bigotes y un perro callejero llamado Mostaza. A pesar de ser muy diferentes, eran inseparables amigos que compartían aventuras por las calles del barrio.

Un día, mientras Bigotes y Mostaza jugaban en el parque, vieron a una familia paseando con sus hijos. Ellos se miraron y suspiraron al mismo tiempo. Ambos deseaban tener una familia como esa que los cuidara y les diera cariño.

"Mostaza, ¿te imaginas si nosotros también pudiéramos tener una familia como esa?" dijo Bigotes con la mirada perdida en el horizonte. "Sí, Bigotes.

Sería genial tener un lugar cálido donde dormir y comida rica todos los días", respondió Mostaza moviendo la cola emocionado. Decididos a encontrar una familia que los adoptara, Bigotes y Mostaza empezaron a comportarse de manera más amigable con las personas que pasaban por el parque.

Bigotes maullaba suavemente pidiendo caricias, mientras Mostaza movía la cola sin parar para llamar la atención. Un día, una niña llamada Sofía los vio y se acercó lentamente hacia ellos. Al principio estuvo asustada pero pronto se dio cuenta de lo dulces que eran Bigotes y Mostaza.

Los animales le lamieron las manos con cariño haciendo que Sofía sonriera. "¡Mamá! ¡Papá! ¡Miren estos animalitos! ¿Podemos llevarlos a casa?" exclamó Sofía emocionada.

Los padres de Sofía no pudieron resistirse a tanta ternura y aceptaron llevar a Bigotes y Mostaza a su hogar. Los dos amigos no podían creerlo; finalmente tenían una familia que los quería. En su nueva casa, Bigotes se acurrucaba en el regazo de Sofía mientras ella le leía cuentos antes de dormir.

Por otro lado, Mostaza correteaba feliz por el jardín jugando con los niños todo el día. Con el tiempo, Bigotes y Mostaza demostraron ser unos compañeros leales y amorosos para toda la familia.

Aprendieron a convivir juntos en armonía gracias al amor que recibían cada día. Y así, el gato llamado Bigotes y el perro llamado Mostaza encontraron la felicidad en un hogar donde nunca les faltó cariño ni afecto.

Juntos comprendieron que la verdadera amistad va más allá de las diferencias; es compartir momentos especiales con quienes te quieren tal como eres.

FIN.

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