Un Hombresito Llamado Francisco
En un pequeño pueblo perdido entre las montañas de Ecuador, durante un invierno inusual, vivía un niñosito llamado Francisco. No era un niño cualquiera; Francisco era curiosísimo, siempre admirando el cielo estrellado y preguntándose qué habría más allá de las nubes.
Una tarde, mientras jugaba con su cometa hecha de papel y palitos, Francisco notó algo extraño en el cielo. Un brillo fugaz atravesó las nubes.
"¡Mirá, papá!" - gritó emocionado "¡Un meteorito!"
Su papá, que estaba arreglando una vieja bicicleta, levantó la vista y sonrió. "Eso no es un meteorito, hijo. Puede ser un satélite o quizás un avión. Pero no te preocupes; el cielo siempre tiene sorpresas".
Intrigado, Francisco decidió que quería descubrir los secretos del cielo. Esa noche, preparó su mochila y se llevó: una linterna, un cuaderno, unas galletitas y un mapa viejo de las estrellas que le había dado su abuelo.
Al amanecer, se despidió de su papá. "Voy a buscar la estrella que vi anoche, quiero saber de dónde viene".
Francisco se adentró en el bosque, siguiendo un camino de tierra que serpenteaba montañas. Mientras caminaba, se encontró con una anciana que tejía un tapiz. "Hola, pequeño. ¿Adónde vas con tantas ganas?"
"Busco la estrella que vi anoche. Quiero descubrir su historia".
"Las estrellas son como cuentos que brillan en el cielo" - respondió la anciana mientras sonreía "Pero cada cuento tiene su propio camino. ¿Te gustaría escuchar uno mientras tejes conmigo?"
Francisco se sentó y escuchó atento cómo la anciana hablaba de las estrellas y de cómo todos los conocimientos del cielo estaban en el corazón de cada uno. "Nunca olvides que el cielo y sus secretos pueden revelarse a los que están dispuestos a soñar."
Después de un rato, Francisco agradeció a la anciana y continuó su aventura. Se encontró con un zorro astuto que lo guiaba por la senda correcta. "¿Por qué tan preocupado?" - preguntó el zorro.
"Voy a encontrar la estrella, quiero saber de dónde viene".
"A veces, las respuestas no están en buscar algo material, sino en el viaje que realizamos" - dijo el zorro, moviendo su cola.
Con cada encuentro, Francisco aprendió algo nuevo: la anciana le enseñó sobre el valor de compartir historias, el zorro sobre la sabiduría del viaje. Finalmente, cuando llegó a la cima de una montaña, se dio cuenta de que el cielo estaba más cerca de lo que pensaba.
Ahora estaba rodeado de nubes brillantes y una suave brisa acariciaba su rostro. Miró hacia arriba y vio la estrella que lo había intrigado. Pero, para su sorpresa, se dio cuenta de que no solo era una estrella, era un árbol luminoso que reflejaba todos los colores del universo.
"¡Increíble!" - exclamó Francisco.
Mientras se acercaba, comprendió que la estrella era parte de una red de vida que lo unía a todo lo que había conocido en su viaje. La estrella vio su asombro y le dijo: "Cada pequeño acto de curiosidad te conecta con el mundo. Naciste para hacer preguntas y buscar respuestas. Nunca dejes de soñar, Francisco".
Con el corazón lleno de gratitud, Francisco volvió a casa. Al llegar, abrazó a su papá y le contó toda su aventura. "¡Papá! El cielo no es solo un montón de estrellas; es un mundo lleno de historias!"
"Lo sé, hijo. Cada estrella en el cielo es un faro para nuestros sueños. Ahora, ¡cuéntame más de eso!".
Y así, Francisco se convirtió en un contador de historias en su pueblo, inspirando a muchos a mirar hacia arriba y a soñar con el universo, recordando que a veces, los secretos más maravillosos están a solo una pregunta de distancia.
FIN.