Un lazo de amistad


En un barrio tranquilo y colorido vivía Ruben, un niño de 10 años lleno de energía y ocurrencias.

Era el menor de tres hermanos y el único en casa con TDHA, lo que muchas veces le causaba problemas para concentrarse en la escuela y en sus actividades diarias. A pesar de sus dificultades, Ruben tenía una amiga muy especial llamada Louis. Louis era su vecina, tenían la misma edad y compartían muchos momentos juntos.

Sin embargo, a pesar de ser su mejor amiga, Ruben solía decir comentarios duros e insensibles que lastimaban los sentimientos de Louis. Un día como cualquier otro, Ruben y Louis estaban jugando en el parque cuando comenzaron a discutir por una tontería.

La discusión fue subiendo de tono hasta que Ruben dijo algo muy hiriente que hizo llorar a Louis. En ese momento, Ruben se dio cuenta del daño que había causado con sus palabras y se sintió realmente mal.

"Lo siento mucho, Louis. No quería lastimarte", dijo Ruben con voz temblorosa mientras veía las lágrimas en los ojos de su amiga. Louis secó sus lágrimas y miró a Rubén con tristeza.

"Siempre me lastimás con tus comentarios duros. A veces me hacés sentir mal", respondió ella sinceramente. Rubén reflexionó sobre sus acciones y decidió cambiar su forma de comunicarse con su amiga.

A partir de ese día, se esforzó por ser más considerado y amable en sus interacciones con Louis. Descubrió que podía divertirse igualmente sin necesidad de herir los sentimientos de su amiga. Con el tiempo, la relación entre Rubén y Louis mejoró significativamente.

Aprendieron a comunicarse mejor, a respetar sus diferencias y a valorar la importancia del diálogo sincero y amoroso en una amistad verdadera. Un día, mientras jugaban juntos nuevamente en el parque, Louis le dijo a Rubén: "Gracias por cambiar tu forma de ser conmigo.

Me siento mucho más feliz ahora que podemos entendernos mejor". Rubén sonrió ampliamente y abrazó a su amiga. Se dio cuenta de que la empatía y la sensibilidad eran cualidades importantes para mantener una relación sana y duradera.

Desde entonces, Rubén se esforzó por aplicar esa lección no solo en su amistad con Louis sino también en todas sus relaciones personales.

Aprendió que las palabras tienen poder para construir o destruir vínculos emocionales, y eligió usarlas sabiamente para fortalecer los lazos afectivos con quienes lo rodeaban. Así, entre risas compartidas y juegos inolvidables, encontraron juntos un camino hacia una amistad más sólida basada en el respeto mutuo, y fueron felices por siempre jamás.

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