Un lazo de amistad
Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires, un gato llamado Tito. Tito era un gatito caprichoso y travieso que siempre hacía lo que quería sin escuchar a sus padres, don Gato y doña Gatuna.
Un día, mientras Tito jugaba en el jardín de su casa, vio a otro gato llamado Mishi que parecía ser muy amable y tranquilo.
Mishi se acercó a Tito y le dijo:- ¡Hola! ¿Cómo te llamas? Tito respondió con desgano: "Soy Tito, el mejor gato de este barrio". Mishi rió suavemente y le propuso a Tito jugar juntos. A pesar de las malas actitudes de Tito, Mishi no se dio por vencido e insistió en ser su amigo.
Los días pasaron y la amistad entre Tito y Mishi creció cada vez más. Mishi enseñaba a Tito cosas nuevas como compartir sus juguetes con otros animales del vecindario o ayudar a los pájaros heridos que encontraban en el parque.
Un día, mientras paseaban juntos por la plaza del barrio, escucharon maullidos desesperados provenientes de un árbol alto. Era un gatito pequeño atrapado en una rama frágil.
Sin dudarlo, Mishi trepó hábilmente hasta donde estaba el gatito y lo ayudó a bajar sano y salvo. Tito observaba asombrado la valentía y bondad de su amigo Mishi.
En ese momento sintió remordimiento por todas las veces que había sido caprichoso e irrespetuoso con sus padres y con los demás animales. Al regresar a casa, Tito buscó a sus padres para pedirles perdón por su comportamiento pasado. Les prometió cambiar y ser más atento y considerado con los demás.
Don Gato y doña Gatuna aceptaron las disculpas de Tito con alegría y orgullo. Estaban felices de ver que su hijo había aprendido una valiosa lección gracias a la influencia positiva de su nuevo amigo Mishi. Desde ese día, Tito se convirtió en un gato ejemplar en el barrio.
Ayudaba a los más necesitados, compartía con generosidad lo que tenía y siempre escuchaba atentamente los consejos de sus padres. La amistad entre Tito y Mishi se fortaleció aún más gracias al respeto mutuo que se tenían.
Juntos demostraron que incluso el corazón más caprichoso puede cambiar cuando encuentra el camino correcto hacia la bondad y la empatía hacia los demás.
FIN.