Un lazo eterno en Italia


Carmencita estaba muy emocionada porque finalmente iba a cumplir su sueño de viajar a Italia para visitar a su hermanita María Luisa.

Desde que María Luisa se había mudado allí, Carmencita no hacía más que contar los días para poder abrazarla nuevamente. - ¡Mamá, papá! ¡Me voy a Italia a ver a María Luisa! -exclamó Carmencita con una sonrisa radiante en el rostro. - ¡Qué emoción, hija! Estamos felices por ti.

Pero recuerda ser cuidadosa y seguir todas las indicaciones durante tu viaje -le dijo mamá con cariño. Carmencita asintió emocionada y comenzó a preparar su equipaje. Revisó una y otra vez que todo estuviera en orden: ropa, pasaporte, dinero, todo listo para emprender su aventura.

Al llegar al aeropuerto, Carmencita se despidió de sus padres con un nudo en la garganta pero llena de entusiasmo por lo que le esperaba al otro lado del océano.

Abordó el avión y pronto estaba surcando los cielos rumbo a Italia. El vuelo fue largo pero lleno de emoción. Carmencita miraba por la ventanilla maravillada por las vistas desde las alturas. Finalmente, el avión aterrizó y ella bajó con paso firme hacia la terminal.

- ¡María Luisa! ¡Aquí vengo! -gritó Carmencita mientras buscaba entre la multitud. De repente, una voz conocida la llamó desde atrás. Era María Luisa corriendo hacia ella con los brazos abiertos.

- ¡Carmencita! ¡Qué alegría verte! -dijo María Luisa emocionada mientras se abrazaban con fuerza. Las hermanas se miraron a los ojos y supieron en ese momento que nada podría separarlas nunca más. Juntas recorrieron las calles de Italia, probando deliciosas comidas, admirando monumentos históricos y creando recuerdos inolvidables.

Pero un día, mientras paseaban por un pintoresco pueblo italiano, se dieron cuenta de que habían perdido el camino de regreso al hotel donde se hospedaban. - ¿Y ahora qué hacemos? Estamos perdidas -dijo Carmencita preocupada.

María Luisa tomó la mano de su hermana y le dijo con calma: "Tranquila, juntas encontraremos el camino de regreso". Y así empezaron a caminar sin desesperarse, disfrutando del paisaje y preguntando amablemente a los lugareños cómo volver al hotel.

Finalmente lograron encontrar el camino gracias a su valentía y trabajo en equipo. Esa noche, cenaron riendo sobre la pequeña aventura vivida ese día y prometieron siempre apoyarse mutuamente en cualquier situación que enfrentaran juntas.

El viaje de Carmencita a Italia no solo le permitió reunirse con su querida hermana María Luisa, sino que también fortaleció el vínculo especial que compartían como hermanas.

Ambas comprendieron que no importaba cuán lejos estuvieran una de la otra físicamente; siempre estarían unidas por el amor fraternal que las acompañaría toda la vida.

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