Un lazo indestructible


Ailen era una niña alegre y curiosa que vivía en un pequeño pueblo llamado Puan. Un día, su familia decidió mudarse a la gran ciudad para buscar nuevas oportunidades.

Ailen estaba emocionada por la aventura, pero también triste por dejar atrás su hogar y a sus amigos. Lo que más le preocupaba a Ailen era Manchita, su fiel perrita. Manchita era una mascota juguetona y cariñosa que siempre estaba al lado de Ailen.

La idea de separarse de ella le partía el corazón. Cuando llegaron a la ciudad, Ailen se dio cuenta de que todo era diferente: los edificios altos, el tráfico constante y la gente apurada por todos lados.

Se sentía abrumada por tanto cambio, pero sabía que debía adaptarse. Una de las cosas que más extrañaba Ailen era poder jugar libremente con Manchita en los campos abiertos de Puan.

Ahora, en la ciudad, tenía que conformarse con sacarla a pasear por las calles atestadas de gente y ruidos. Cada mañana, antes de ir a la escuela, Ailen sacaba a pasear a Manchita. La perra saltaba de alegría al verla y juntas recorrían las calles del barrio.

A pesar de estar en un lugar desconocido, Manchita seguía siendo su compañera fiel. Un día, mientras paseaban por el parque cercano, vieron un cartel que anunciaba un concurso canino.

El premio era una gran bolsa llena de golosinas para perros y un trofeo muy bonito. Ailen sintió emoción al leerlo y decidió inscribir a Manchita en el concurso. El día del concurso llegó y Ailen estaba nerviosa pero emocionada.

Manchita lucía radiante con un pañuelo colorido alrededor del cuello y movía la cola felizmente mientras esperaban su turno. Al escuchar su nombre, Ailen entró junto a Manchita al escenario. Había muchos otros perros allí: grandes, pequeños, animals y lisos; todos ellos ansiosos por mostrar sus habilidades.

Manchita comenzó a realizar todas las acrobacias que había aprendido en Puan: se sentaba cuando se lo pedían, daba vueltas sobre sí misma y hasta hacía equilibrio sobre dos patas. El público aplaudía maravillado ante tanta destreza.

Finalmente, llegó el momento de anunciar al ganador. El presentador abrió el sobre con el nombre del vencedor y dijo:- ¡Y la ganadora es... Manchita! Ailen no podía creerlo; estaba tan feliz que corrió hacia Manchita para abrazarla fuertemente.

Juntas subieron al escenario para recibir el trofeo y la bolsa llena de golosinas. Desde ese día, Ailen entendió que aunque estuvieran lejos de casa, siempre tendrían uno al otro para superar cualquier desafío juntas.

Y así fue como aprendió que la verdadera amistad va más allá de las fronteras físicas o geográficas; está en los corazones dispuestos a compartir amor incondicional.

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