Un lazo inquebrantable



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Perruna, una niña llamada Ana Vicky que tenía una perrita muy especial llamada Suky.

Suky era una perrita muy inteligente y cariñosa que siempre estaba al lado de Ana Vicky para hacerla feliz. Ana Vicky era una niña alegre y divertida, pero a veces se sentía triste o preocupada por cosas que le pasaban en la escuela o con sus amigos.

En esos momentos, ella se sentaba junto a Suky y le contaba todos sus problemas. "Suky, hoy en el colegio me peleé con mi amiga Sofi porque no quiso prestarme su lápiz de colores", decía Ana Vicky mientras acariciaba a su perrita.

Suky la miraba con sus tiernos ojitos y movía la cola como si estuviera entendiendo todo lo que Ana Vicky le decía. Luego, se acercaba más a ella y le daba lamidas en la mano para consolarla.

Un día, mientras paseaban juntas por el parque, Ana Vicky vio a un grupo de niños molestándose entre ellos. Se acercó para ver qué pasaba y descubrió que estaban discutiendo por quién era el mejor en los juegos.

"¡Chicos, no tiene sentido pelearse! Lo importante es divertirse juntos", les dijo Ana Vicky con voz firme. Los niños se quedaron sorprendidos al principio, pero luego asintieron con la cabeza y comenzaron a jugar todos juntos. Ana Vicky sonrió satisfecha al ver que su consejo había dado resultado.

Esa noche, antes de dormir, Ana Vicky le contó a Suky lo contenta que estaba por haber ayudado a los niños del parque a solucionar sus diferencias. Suky la miraba orgullosa y parecía sonreír junto a ella.

Los días pasaron y Ana Vicky siguió compartiendo con Suky todas sus alegrías y tristezas. La conexión entre ambas era tan fuerte que parecían entenderse sin necesidad de palabras.

Un fin de semana, Villa Perruna organizó una feria solidaria para recaudar fondos para un refugio de animales abandonados. Ana Vicky decidió participar junto a Suky llevando juguetes y comida para donar.

"¡Mira Suky, estamos ayudando a otros animalitos como tú que necesitan nuestro apoyo!", exclamó emocionada Ana Vicky mientras abrazaba a su perrita. La feria fue todo un éxito gracias al esfuerzo de los habitantes del pueblo.

Al final del día, Ana Vicky recibió un diploma por su valiosa colaboración y Suky recibió una medalla por ser la mascota más solidaria del evento. Desde ese día, Ana Vicky comprendió lo importante que era compartir sus problemas con alguien que la escuchara sin juzgarla.

Y Suky demostró ser mucho más que una simple perrita: era su compañera fiel e incondicional que siempre estaría ahí para acompañarla en cada paso de su vida. Juntas aprendieron grandes lecciones sobre amistad, empatía y solidaridad que las unirían para siempre en un vínculo único e irrompible.

FIN.

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