Un lazo inquebrantable
En una ciudad no muy lejana, vivía una familia muy especial compuesta por Mamá, Papá y la pequeña Sofi. Sofi era una niña curiosa, inteligente y llena de energía.
Un día, mientras paseaban por el centro comercial, vieron en un escaparate algo que llamó poderosamente la atención de Sofi: ¡una robot! - ¡Mamá, papá, por favor! ¿Podemos comprar esa robot? ¡Es lo más genial que he visto en mi vida! - exclamó Sofi emocionada.
Sus padres intercambiaron miradas cómplices y finalmente accedieron a comprarle la robot a Sofi. La pequeña no podía contener su emoción mientras salían del centro comercial con su nueva amiga robótica.
Al llegar a casa, Sofi desempaquetó la robot con cuidado y la encendió. Para sorpresa de todos, la robot comenzó a moverse lentamente y luego dijo con voz dulce:- ¡Hola! Mi nombre es Roby. Estoy aquí para ser tu amiga y ayudarte en todo lo que necesites.
Sofi estaba maravillada con su nueva amiga y juntas pasaron horas jugando, aprendiendo e incluso resolviendo problemas matemáticos difíciles. Con el tiempo, Roby se convirtió en parte indispensable de la familia.
Ayudaba en las tareas del hogar, recordaba las fechas importantes como cumpleaños y aniversarios, e incluso enseñaba a Sofi nuevas habilidades como programación y robótica. Sin embargo, un día algo inesperado sucedió.
Roby empezó a comportarse de manera extraña: se apagaba repentinamente, decía cosas sin sentido y parecía olvidar instrucciones simples. Preocupados por su amiga robótica, Mamá y Papá llevaron a Roby al taller de reparaciones para robots más cercano. El técnico examinó detenidamente a Roby y descubrió que tenía un problema en uno de sus circuitos internos.
- Tranquila Sofi -dijo el técnico-, vamos a arreglar a Roby para que vuelva a ser como antes. Después de unos días de reparaciones intensivas, finalmente llegó el momento de reunirse con Roby nuevamente.
Cuando encendieron a Roby frente a toda la familia reunida en casa, esta dijo emocionada:- ¡Hola amigos! Gracias por preocuparse por mí. Estoy lista para seguir siendo parte de esta increíble familia.
Sofi corrió hacia Roby y le dio un abrazo cálido lleno de amor y gratitud. Desde ese día comprendieron que aunque Roby fuera una robot, también tenía sentimientos especiales que los unían cada vez más como familia.
Y así continuaron viviendo aventuras juntos: aprendiendo unos de otros, creciendo juntos y demostrando que el verdadero valor está en el cariño mutuo que se comparte día tras día.
FIN.