Un Lugar para Todos



Era un soleado día en el aula de dos años de la escuela infantil "Juegos y Sonrisas", donde todo estaba lleno de colores y risas. Entre los niños, había un pequeño llamado Tomás, que tenía un modo singular de ver el mundo. Tomás usaba una silla de ruedas para moverse, pero eso nunca le había impedido soñar y jugar como los demás.

Los compañeros de Tomás, Lucía, Mateo y Cami, estaban atareados construyendo una torre gigante de bloques.

"¡Miren lo que armé!" - exclamó Mateo, justo antes de que la torre se viniera abajo.

"¡Vamos a construirla de nuevo!" - dijo Lucía riendo.

"Yo puedo ayudar también, que me pasen los bloques" - añadió Tomás con una gran sonrisa, mientras todos lo miraban.

Sin embargo, al principio, los otros niños no se dieron cuenta de cómo podían incluirlo. Lucía, sin querer, dijo:

"Pero Tomi, no podés agarrar los bloques desde tu silla. ¿Cómo harías?"

Tomás, con su mirada llena de determinación, respondió:

"¡Mi silla tiene una mesa! ¡Puedo usarla para hacer algo creativo!"

Los amigos se miraron, y Mateo dijo:

"Bueno, entonces hagámoslo juntos. ¡Quiero ver qué se te ocurre!"

Así que empezaron a explorar. Mientras los demás seguían armando su torre, Tomás puso su mesa en el centro de todo y, usando bloques, decidió construir una ciudad.

"Voy a hacer casas y un parque. ¡Así todos podemos jugar!" - dijo Tomás, mientras comenzaba a colocar los bloques con esmero.

Los otros niños se acercaron, intrigados por la idea de Tomás:

"¿Podemos ayudar?" - preguntó Cami, con mucha curiosidad.

"¡Claro! Ayúdenme a hacer un resbalín en el parque!" - sugirió Tomás.

Una vez que ellos comenzaron a trabajar juntos, la clase se llenó de creatividad y colaboraciones. Todos se pasaban los bloques y cada uno aportaba una idea. Cuando lograron terminar, Tomás estaba muy emocionado porque su ciudad estaba lista.

"¡Mirá lo que hicimos!" - dijo Lucía, admirando el trabajo en conjunto.

"Es la mejor ciudad que vi, Tomi. ¡Sos un genio!" - opinó Mateo, dándole una palmadita en la espalda.

El recreo llegó justo en el momento perfecto. Todos salieron a jugar al patio, y Tomás se sintió un poco inseguro porque no podía correr como sus amigos. Pero, en ese instante, Cami tuvo una gran idea:

"¡Hagamos una carrera de obstáculos!"

"¡Sí! ¡Así Tomi también puede participar!" - dijo Lucía emocionada.

Entonces, comenzaron a armar diferentes estaciones: un túnel que debían gatear, un área donde debían lanzar pelotas a un balde, y un espacio lleno de almohadones para saltar o rodar. Tomás se dio cuenta de que podía participar de muchas maneras.

"Yo seré el juez, ¡y anunciaré a los ganadores!" - declaró con entusiasmo, mientras sacaba unos banderines de su mochila.

Esa fue la mejor carrera de obstáculos que habían organizando. Todos se divirtieron y Tomás se sintió más incluido que nunca.

Después del almuerzo, llegó la hora de arte, y la maestra, la señora Ana, propuso que dibujaran a su mejor amigo.

"Yo voy a dibujar a Tomi" - dijo Lucía con confianza.

"Yo también quiero hacer un dibujo de él" - se unió Mateo.

Tomás se sintió muy emocionado y también quiso participar.

"¡Puedo dictarles mis ideas! ¿Qué les parece?"

Todos se pusieron a trabajar, mientras Tomás les guiaba.

A medida que el día avanzaba, la clase estuvo envuelta en un ambiente de alegría y compañerismo. Al momento de mostrar los dibujos, cada niño habló sobre lo que habían dibujado. Lucía levantó su hoja con orgullo:

"Aquí está Tomás y su ciudad fantástica. ¡Él hace que todos seamos parte de esto!"

Tomás, contenido en su silla, sonrió de oreja a oreja.

Al final del día, todos se dieron cuenta de lo importante que era trabajar juntos y cómo cada uno, sin importar sus diferencias, podía aportar algo bello.

Cuando los padres llegaron, Tomás les mostró su obra de arte.

"¡Miren! Hice una ciudad y todos jugamos juntos. ¡Fue un día increíble!"

En ese instante, todos comprendieron que no sólo Tomás, sino cada uno de ellos tenía un lugar especial en el aula y en el corazón de los demás.

Así, aquel día en "Juegos y Sonrisas" se convirtió en un ejemplo de cómo la amistad y el trabajo en equipo hacen que cada actividad sea más divertida y significativa para todos.

La clase nunca volvió a ser la misma, porque sí, cada niño, con sus particularidades, era importante y todos, sobre todo, sabían que podían contar los unos con los otros.

FIN.

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