Un Matrimonio en el Olvido



Érase una vez en un tranquilo pueblo llamado Alegría, donde vivían dos tortolitos, Laura y Andrés. Ellos se conocieron de jóvenes y construyeron una hermosa vida juntos. Sin embargo, con el pasar de los años, la rutina y el día a día comenzaron a separar sus corazones. Se olvidaron de los pequeños detalles que los unían y poco a poco se sumergieron en una nube de olvido.

Una mañana soleada, Laura decidió dar un paseo por el parque. Mientras caminaba, se topó con dos niños que jugaban con una cometa.

"¡Mirá cómo vuela!", exclamó uno de ellos, con los ojos brillantes de emoción.

"¿Por qué no volamos una también?", sugirió el otro.

Laura sonrió al ver su alegría, pero al mismo tiempo, sintió un vacío en su corazón. Se dio cuenta de que hacía mucho que no reía con Andrés, de que las picadas y las caminatas a la plaza eran parte de un pasado lejano.

Por la tarde, sorprendida con su propio pensamiento, decidió hablar con Andrés. Cuando llegó a casa, él estaba en el jardín, absorto en tareas que la rutina le había impuesto. Tenía la mirada fija en su trabajo.

"Andrés, ¿te acordás de cuando hacíamos picnics bajo el viejo roble?", preguntó Laura, tratando de recordar un momento feliz.

Andrés levantó la vista, con una expresión confusa.

"¿Picnics? No creo tener tiempo para eso, Laura. Hay demasiadas cosas por hacer."

Laura se sintió triste. Sin embargo, no quería rendirse. Pensó que quizás algo emocionante podría ayudar a revivir la chispa entre ellos.

Esa misma noche, Laura convocó una reunión secreta con los vecinos. Quería organizar un Festival de Recuerdos donde cada pareja compartiera sus mejores momentos. Así, esperaban que ellos también recordaran los buenos tiempos.

La cita llegó, y el parque se llenó de luces, risas y música. Laura y Andrés asistieron, aunque al principio Andrés se mostró escéptico.

"¿De verdad pensás que esto funcionará?", le preguntó Andrés con los brazos cruzados.

"Solo tienes que abrir tu corazón un poco más, Andrés. Vamos a intentarlo", respondió Laura con una sonrisa.

La noche avanzaba y las parejas comenzaron a compartir sus historias. Cuando llegó su turno, Laura se armó de valor:

"Nos conocimos bajo este viejo árbol, y me encanta recordar el cómo empezamos. Tenía la esperanza de que esta noche nos ayude a recordar los momentos que nos hicieron felices. ¡Los picnics, las risas!"

Andrés la miró, y algo en su interior comenzó a despertar. Recordó aquellos días despreocupados y felices. Entonces, tomó la mano de Laura y dijo:

"Tienes razón. A veces simplemente olvidamos cómo ser felices juntos. Lo siento, Laura. ¿Qué te parece si volvemos a empezar?"

El aire del parque se llenó de una nueva energía. Esa noche, una lluvia de estrellas iluminó el cielo, y las parejas comenzaron a bailar. Laura y Andrés se unieron, y al dar vueltas, se sintieron más unidos que nunca.

"¿Te gustaría hacer un picnic el próximo fin de semana?", le preguntó Andrés, con una sonrisa.

"¡Me encantaría!", respondió Laura, con el corazón rebosante de alegría.

Y así, poco a poco, comenzaron a redescubrirse. Pasaron más tiempo juntos, compartieron sus sueños y organizaron más festivales de recuerdos. El matrimonio de Laura y Andrés brilló nuevamente, y no solo eso, sino que inspiraron a otros en el pueblo a hacer lo mismo. La alegría volvió a Alegría, demostrando que con un poco de esfuerzo, nunca es demasiado tarde para recordar y reavivar el amor.

Desde entonces, el parque se llenó de vida y risas, recordando a todos que el amor es un tesoro precioso que debe ser cultivado todos los días.

FIN.

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