Un Mundo de Alegría
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegría, una clase de educadoras infantiles muy especial. Cada una de las alumnas tenía un superpoder relacionado con los objetivos de desarrollo sostenible.
Lina podía comunicarse con los animales, Gris tenía la habilidad de hacer florecer cualquier planta que tocara, Gema podía convertir el agua sucia en agua limpia, Lourdes era capaz de curar las heridas con solo tocarlas, Jessica tenía el poder de transmitir alegría a las personas tristes, Aroa podía volar y llevar a cabo rescates increíbles, Mari tenía la capacidad de multiplicar cualquier alimento para que nadie pasara hambre, Alba podía leer los pensamientos y sentimientos de los demás para ayudarles mejor, Andrea era capaz de crear sonrisas mágicas que llenaban a todos con felicidad y amor.
Un día soleado, la profesora decidió llevar a sus alumnas al parque para enseñarles sobre el desarrollo socioafectivo.
Mientras caminaban por el parque disfrutando del aire fresco y el canto de los pájaros, se encontraron con un niño llamado Juanito. Juanito estaba triste porque no tenía amigos y se sentía solo. "¡Hola Juanito! ¿Cómo estás?", preguntó Lina acercándose al niño. "Estoy triste", respondió Juanito con lágrimas en los ojos.
Gris se acercó a ellos y le dio una flor recién florecida. Instantáneamente, una sonrisa apareció en el rostro del niño. "¡Wow! ¡Qué bonita! Gracias", exclamó Juanito. "No tienes por qué estar triste, Juanito.
Yo puedo hacer que te sientas feliz", dijo Jessica mientras tocaba su mano. La tristeza de Juanito se desvaneció y una gran sonrisa iluminó su cara. Aroa voló hasta un árbol cercano y rescató un gatito que estaba atrapado en las ramas.
"¡Miren lo que encontré!", gritó emocionada, devolviendo al gatito a salvo en el suelo. Mari multiplicó unas deliciosas manzanas para compartir con todos. Mientras comían, Alba leyó los pensamientos de Juanito y descubrió que le gustaba mucho jugar al fútbol.
Entonces, Lourdes curó una pequeña herida en la rodilla de Juanito mientras le decía:"Ahora podrás jugar sin preocuparte por las heridas". Andrea creó una sonrisa mágica y se la entregó a Juanito.
El chico sintió tanta felicidad y amor en ese momento que no pudo evitar reírse y contagiarse de alegría. "¡Esto es genial! Nunca me había sentido así antes", exclamó emocionado.
Juanito pasó un día maravilloso junto a las educadoras infantiles y descubrió el poder del desarrollo socioafectivo. Se hizo amigo de todos ellos y prometió llevar consigo siempre esa experiencia para compartirla con otros niños solitarios como él.
Desde aquel día, Lina, Gris, Gema, Lourdes, Jessica, Aroa, Mari, Alba, Andrea y todas las demás alumnas de la clase de educadoras infantiles continuaron utilizando sus superpoderes para hacer del mundo un lugar mejor.
Juntas, lograron enseñar a los niños y niñas del pueblo sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, ayudar a los demás y cultivar relaciones basadas en el amor y la empatía.
Así, con su trabajo incansable y su dedicación por construir un futuro sostenible, estas educadoras infantiles demostraron que todos tenemos un superpoder dentro de nosotros para hacer del mundo un lugar más justo y feliz.
FIN.