Un mundo de arte y amistad



En un pequeño jardín infantil en el corazón de Buenos Aires, vivía Martina, una niña curiosa y creativa que siempre estaba rodeada de sus amigos más queridos: los animales del lugar.

Martina tenía la habilidad especial de comunicarse con ellos a través de su amor por el arte. Cada tarde, después de clases, se reunían en un rincón del jardín para jugar y crear juntos.

Martina adoraba pintar y dibujar, y sus amigos animals disfrutaban viendo cómo plasmaba en papel sus ideas e imaginación.

Había un conejo llamado Pancho, al que le encantaba saltar entre los pinceles y los botes de pintura; una tortuga llamada Lola, que observaba atentamente cada trazo que hacía Martina; y un pajarito cantor llamado Pepe, que inspiraba a Martina con sus melodías alegres. Un día, mientras Martina y sus amigos creaban una obra maestra en el suelo con tizas de colores, escucharon un ruido proveniente del otro extremo del jardín.

Era Lucas, un niño nuevo en el jardín infantil que parecía triste y solitario. Martina sintió empatía por él e invitó a Lucas a unirse a su grupo. "¡Hola! Soy Martina.

¿Quieres ser parte de nuestro juego artístico?", dijo Martina con una sonrisa amigable. Lucas miró sorprendido a los animales parlantes y asintió tímidamente. Poco a poco, fue perdiendo la timidez al ver la alegría y calidez que emanaban de Martina y sus amigos animales.

Jugaron juntos toda la tarde, pintando murales coloridos en las paredes del jardín e inventando historias fantásticas sobre mundos mágicos poblados por criaturas extraordinarias.

Con el paso de los días, Lucas se integró completamente al grupo y descubrió su pasión por la pintura gracias a la inspiración que encontró en Martina y los animales. Juntos aprendieron sobre la importancia de la amistad verdadera, la colaboración creativa y el valor de ser uno mismo sin miedo al qué dirán.

Una mañana soleada, durante una exhibición artística para los padres en el jardín infantil, Martina presentó orgullosa una gran obra colectiva creada junto a todos sus amigos: "El bosque encantado".

Los padres quedaron maravillados ante tanta creatividad e ingenio desplegados por los niños. Al finalizar la jornada, Lucas se acercó emocionado hacia Martina para darle las gracias:"¡Gracias por haberme enseñado tanto sobre amistad y arte! Nunca olvidaré este hermoso bosque encantado que creamos juntos".

Martina sonrió con ternura y abrazó a su amigo:"Nunca olvides que lo más importante es ser fiel a ti mismo y compartir tu luz con quienes te rodean".

Y así terminó aquel día inolvidable en el jardín infantil donde la amistad floreció entre risas, colores brillantes e historias compartidas bajo el cálido sol porteño.

FIN.

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