Un Mundo de Colores



Había una vez un grupo de niños de 5to grado que vivían en Villa Armonía, un lugar lleno de color y calidez.

En esta comunidad, las casas eran de todos los colores del arcoíris y los vecinos siempre estaban dispuestos a ayudarse unos a otros. Además, en la escuela asistían estudiantes de diferentes razas y culturas, lo que hacía que cada día fuera una experiencia llena de aprendizaje y diversión.

Un día, la maestra les anunció a los niños que se acercaba el Día de la Comunidad, una celebración muy especial donde todos los habitantes de Villa Armonía se reunían para compartir momentos inolvidables.

Los niños se emocionaron muchísimo al escuchar esto y comenzaron a hacer planes para festejarlo. Uno de los niños, llamado Marcos, tuvo una idea brillante: organizar un concurso de arte callejero en el parque principal. Le propuso su idea a sus compañeros y todos estuvieron encantados con la idea.

Decidieron dividirse en equipos y cada uno sería responsable de pintar un mural sobre algo importante para ellos. Los días pasaron rápidamente y llegó el esperado Día de la Comunidad.

El sol brillaba radiante en el cielo mientras los vecinos iban llegando al parque principal con sonrisas en sus rostros. Los niños también estaban ansiosos por mostrar su talento artístico. Marcos lideró a su equipo hacia una pared vacía cerca del kiosco del parque.

Juntos comenzaron a dibujar un hermoso paisaje lleno de árboles frondosos y flores coloridas; querían transmitir a través de su mural la importancia de cuidar y preservar la naturaleza.

Mientras tanto, en otro rincón del parque, Sofía y su equipo trabajaban en un mural que representaba la igualdad y el respeto entre todas las personas, sin importar su raza o cultura. Querían transmitir un mensaje de amor y tolerancia a través de sus colores vivos y figuras entrelazadas.

Los otros equipos también estaban concentrados en sus murales, cada uno con una temática diferente pero todos con el objetivo común de embellecer Villa Armonía y transmitir mensajes positivos. Cuando finalmente terminaron los murales, los vecinos se acercaron para admirar el trabajo realizado por los niños.

Todos quedaron impresionados por la creatividad y talento que habían demostrado. Algunos vecinos incluso expresaron su deseo de tener murales similares en las paredes de sus casas.

Pero justo cuando pensaban que la celebración había llegado a su fin, se escuchó música proveniente del kiosco del parque. Era Juanito, un niño muy talentoso con la guitarra, quien decidió animar aún más el ambiente con sus canciones alegres.

Los niños no pudieron resistirse al ritmo de la música y comenzaron a bailar juntos alrededor del parque. Vecinos jóvenes y mayores se unieron a ellos formando una gran fiesta llena de alegría y diversión.

En ese momento, todos se dieron cuenta de lo maravilloso que era vivir en Villa Armonía. Cada uno había contribuido desde su lugar para hacer de este lugar un espacio lleno de amor, amistad y respeto. Y así, entre risas y abrazos, la celebración del Día de la Comunidad llegó a su fin.

Los niños se fueron a casa con el corazón lleno de felicidad y orgullo por todo lo que habían logrado juntos. Desde ese día, Villa Armonía se convirtió en un lugar aún más especial.

Los murales decoraban las calles, recordándoles a todos los vecinos la importancia de cuidar el medio ambiente y valorar la diversidad.

Y cada año, el Día de la Comunidad se celebraba con más entusiasmo y alegría, demostrando que cuando trabajamos juntos, podemos crear un mundo mejor. Fin.

FIN.

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