Un Mundo de Colores



Había una vez una familia que vivía en un pequeño pueblo argentino. La familia estaba compuesta por tres integrantes: Martín, un niño de diez años que usaba silla de ruedas, su mamá Ana, y su papá Diego. Aunque Martín tenía que enfrentarse a algunos desafíos, su alegría y entusiasmo por la vida iluminaban el hogar.

Una mañana soleada, Ana le dijo a Martín:

"Hoy vamos a conocer un lugar muy especial, ¿estás listo?"

"¡Siiiii! No veo la hora de ir, mami. ¿Qué vamos a hacer allí?"

"Vamos a la feria de talentos del pueblo. Quiero que conozcas a otros chicos con diferentes habilidades, como vos, y veas lo que pueden hacer."

Martín sonrió emocionado. Su familia siempre había apoyado su deseo de aprender y descubrir nuevas cosas.

Cuando llegaron a la feria, el lugar estaba lleno de colores, música y risas. Había un escenario en el centro donde actuaban diferentes chicos: algunos cantaban, otros bailaban y había incluso una pequeña orquesta.

Martín miraba con fascinación cuando se acercó una niña con una guitarra. Ella se presentó:

"Hola, soy Valeria. ¿Te gusta la música?"

"¡Hola! ¡Sí, me encanta! A veces me gusta componer mis propias canciones, aunque no siempre puedo tocar un instrumento."

Valeria lo miró con curiosidad:

"¿Por qué no?"

"Porque no puedo usar mis manos como otros. Pero me invento con otros sonidos que puedo hacer con la boca."

"¡Eso suena genial! Tal vez podríamos hacer algo juntos. Podemos crear una canción que hable sobre lo que significa ser diferente."

A Martín le brillaron los ojos. La idea de hacer música con una nueva amiga lo alegraba mucho. Juntos pasaron el día creando una canción, mientras compartían historias sobre sus experiencias.

-“A veces siento que la gente no entiende por qué uso silla de ruedas,” confesó Martín.

- “Yo también, pero creo que todos tenemos talentos únicos. Solo necesitas encontrar la manera de mostrarlos.”

Pasaron las horas, y no se dieron cuenta de que ya era hora de presentarse en el escenario.

"¿Estás nervioso?" preguntó Valeria.

"Un poco, pero estoy emocionado también. Es la primera vez que puedo actuar."

Con gran valentía, subieron al escenario. La multitud aplaudió mientras Valeria empezaba a tocar su guitarra y Martín se unió con los sonidos que había inventado. La canción hablaba sobre ser diferente y la importancia de la amistad.

Al finalizar, la gente aplaudió y celebró con mucho entusiasmo.

"¡Qué increíble actuaron!", exclamó Diego, lleno de orgullo.

- “Sí, ¡fue hermoso! ¡Vamos a hacerlo de nuevo! ” añadió Ana,

- “Sí, creo que deberían formar un grupo permanente. ¡Hay que compartir esa canción con más chicos!"

Los tres se miraron, y en sus rostros se podía ver la felicidad y la plenitud de haber logrado algo juntos. Así nació la idea de formar un grupo que ayudaría a chicos con y sin discapacidades a unirse y compartir sus talentos mediante la música.

Después de la feria, cada fin de semana se reunían en la casa de Martín para ensayar. La casa de los tres se llenó de risas, música y nuevos amigos. Con el tiempo, crearon más canciones y lograron organizar un recital en el mismo lugar donde todo comenzó, en la feria.

Un mes después, todo el pueblo asistió. Esta vez, había personas de todas las edades, y no solo los que tenían alguna habilidad diferente. El espectáculo fue un éxito.

- “Hoy queremos demostrar que no importa de dónde venimos, todos tenemos algo especial que ofrecer al mundo,” dijo Martín al público.

"Y juntos hacemos un mundo más colorido!" agregó Valeria.

La familia de Martín descubrió que el amor y la amistad pueden hacer que los sueños se hagan realidad, y que ser diferente no es un obstáculo, sino una fuente de inspiración y fortaleza. Desde ese día, la música se convirtió en su lenguaje, un camino para conectar con el mundo.

Y así, en su pequeño pueblo, la familia de Martín brilló como un ejemplo de que la diversidad es un regalo que todos debemos celebrar y valorar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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