Un Mundo de Colores



En un soleado día en la antigua Atenas, Sócrates, Aristóteles y Platón se encontraron en el Agora, un lugar donde la gente se reunía para conversar y compartir ideas. Mientras disfrutaban de unos deliciosos higos, un grupo de niños jugaba alrededor. Entre ellos, había un niño llamado Leo, que adoraba dibujar y pintar. Leo, sin embargo, a menudo se perdía en su mundo creativo y disfrutaba de jugar solo.

Los tres filósofos observaron la escena y Platón fue el primero en hablar.

"Miren a ese niño, Leo. Siempre está concentrado en sus dibujos. ¿No es interesante cómo crea mundos con su lápiz y papel? Me pregunto cómo ve el mundo."

Aristóteles asintió, metiendo un higo en su boca antes de responder.

"Sí, Platón, es cierto. Cada uno de nosotros ve el mundo a su manera. Pero creo que Leo tiene una forma única de entender y sentir cosas que quizás nosotros no podamos comprender del todo."

Sócrates sonrió y tocó sus barbas pensativamente.

"Ah, pero amigos míos, ¿no es precisamente eso lo que hace que nuestra experiencia humana sea rica y variada? Algunos podrían decir que Leo es diferente, pero tal vez lo que realmente significa ser 'diferente' es tener su propio color en la paleta de la vida."

Los tres filósofos decidieron acercarse a Leo. Al verlo dibujar un hermoso paisaje lleno de colores vibrantes, Platón le dijo:

"¡Hola, joven artista! ¿Qué maravillas estás creando hoy?"

Leo miró hacia arriba y sonrió tímidamente.

"Estoy dibujando un mundo donde los pájaros cantan canciones de colores y las nubes son de algodón de azúcar."

Aristóteles se acercó más y le preguntó:

"Eso suena realmente encantador. ¿Por qué elegiste esos colores tan brillantes?"

"Porque los colores me hacen sentir feliz. En mi mente, cada color tiene una historia."

Sócrates, intrigado, continuó la conversación.

"Y, ¿cómo se siente esa historia? ¿La sientes diferente a las historias que otros cuentan?"

Leo pensó por un momento y respondió:

"Sí. A veces, al escuchar a otros, me siento un poco fuera de lugar. Pero cuando dibujo, siento que puedo ser quien soy. Es como volar en un cielo lleno de estrellas."

Los filósofos se miraron entre sí, entendiendo la rica perspectiva de Leo. Platón, entusiasmado, exclamó:

"¡Qué brillante! Tal vez lo que nos enseña Leo es que no necesitamos encajar en un molde. Cada uno de nosotros es como una nota en una sinfonía, y juntos, creamos una hermosa armonía."

Aristóteles asintió, iluminando su rostro con una sonrisa.

"Exactamente, Platón. Y si nosotros, como sociedad, aprendemos a apreciar y celebrar esas diferencias, podríamos descubrir nuevas maneras de ver el mundo. La creatividad de Leo tiene un valor inmenso, por lo que nos enseña sobre la diversidad."

Sócrates se sintió inspirado y dejó escapar su famosa frase:

"La única verdadera sabiduría es saber que no sabemos nada. Hoy, al aprender de Leo, hemos encontrado un nuevo significado."

A partir de ese día, los filósofos se comprometieron a destacar la importancia de la creatividad y la individualidad en su enseñanza. Invitaron a Leo a un grupo de arte que crearon, donde todos los niños podían expresar sus emociones a través del dibujo y la creación.

Con el tiempo, Leo fue ganando confianza y comenzó a compartir sus colores y creaciones con otros. Aprendió que su manera de ser era especial y que los colores que elegía para pintar su mundo eran igualmente valiosos.

Los niños y adultos que asistieron al grupo de arte pronto se dieron cuenta de que cada uno tenía algo único para ofrecer. Al juntar sus diferencias, crearon un lienzo lleno de hermosos colores; una comunión de talentos que les permitió aprender unos de otros.

Así, Sócrates, Aristóteles y Platón no solo encontraron a un pequeño artista, sino que también descubrieron una forma de filosofía en la vida misma, donde la autenticidad y la creatividad son el corazón de la comunidad.

Y, aunque una vez pensaron que entender el mundo era solo cuestión de lógica y razón, ahora sabían que había tanto que aprender de un niño que simplemente veía la vida a través de un lienzo lleno de colores.

Y así, la historia de Leo y sus amigos se transformó en un legado de aceptación y celebración de la diversidad, mostrando que el verdadero valor radica en ser uno mismo, en cada trazo y cada color que damos al mundo.

FIN.

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