Un Mundo de Igualdad
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, vivían dos amigos inseparables: Sofía y Tomás. Sofía era una niña valiente y curiosa, siempre lista para explorar y descubrir cosas nuevas. Por otro lado, Tomás era un niño soñador, le encantaba contar historias y dibujar aventuras en su cuaderno.
Un día, mientras jugaban en el parque, se encontraron con un cartel que decía: 'Se busca un héroe o heroína para rescatar la igualdad perdida'. Sofía leyó el cartel en voz alta.
"¿Qué será eso de la igualdad perdida?", preguntó Tomás, rascándose la cabeza.
"No lo sé, pero debemos averiguarlo", respondió Sofía emocionada.
Decididos, los dos amigos se pusieron en marcha hacia la Plaza Central, donde se decía que había más pistas. Al llegar, se encontraron con un grupo de niños y niñas discutiendo. En medio del alboroto, un chico decía:
"¡Los niños deben jugar al fútbol y las niñas a las muñecas!"
Sofía y Tomás se acercaron, sorprendidos por las palabras que escuchaban.
"¿Por qué no pueden jugar todos juntos?", preguntó Sofía.
"Porque así siempre fue", contestó el chico con seguridad.
Tomás se armó de valor y añadió:
"A mí me encanta bailar, y no soy una niña, ¿no?"
De repente, una niña que estaba sentada en un banco se levantó.
"¡Y a mí me gusta jugar al fútbol! Esto no tiene que ver con ser niño o niña, ¡sino con lo que nos gusta a cada uno!"
Todos se quedaron en silencio, pensando en sus palabras. Sofía sonrió y dijo:
"¡Eso es! Todos debemos tener la libertad de hacer lo que amamos, sin importar si somos niños o niñas."
El grupo comenzó a murmurar, algunas niñas asintieron con la cabeza, y algunos niños comenzaron a cuestionar su propio entendimiento. Ahí, Tomás propuso:
"¿Y si hacemos una gran fiesta en el parque para compartir lo que a cada uno le gusta?"
La idea emocionó a todos. Así que Sofía y Tomás se adentraron en la organización de la Fiesta de la Igualdad. Se unieron muchos niños y niñas del pueblo; cada uno debía traer algo que les gustara: juegos, música, deportes, danzas y dibujos.
Los días pasaron volando y al llegar el gran día, el parque estaba lleno de risas y juegos. Sofía presentó su popular juego de la soga donde nadie debía quedar excluido.
"¡Vamos a jugar todos juntos! Nadie se queda fuera, ¿están listos?"
"¡Sí!" gritaron todos al unísono.
La fiesta continuó con una competencia de dibujo en donde los más pequeños mostraron sus talentos, y no importó si eran niños o niñas, todos eran admirados por su creatividad.
De repente, la música comenzó a sonar y Tomás, que había estado escondido, salió con un altavoz y comenzó a bailar una coreografía divertida.
"¡Vamos a bailar! Todos pueden unirse, porque aquí, la igualdad es lo más importante!", gritó Tomás mientras sacudía sus pies.
Al ver la alegría en los rostros, Sofía se acercó a Tomás.
"Mira todo lo que pasó, ¡no hay diferencias entre nosotros!"
"Es cierto, ¿te imaginas si un niño dice que no puede bailar o una niña que no puede jugar al fútbol? ¡Sería muy triste!"
Con cada momento que pasaba, los niños fueron entendiendo que la igualdad no era solo un concepto, era una forma de vivir y de aceptar que cada uno podía ser quien realmente quería ser.
Al final del día, Sofía y Tomás se sentaron a observar a sus amigos jugando y compartiendo. Sofía miró a su amigo y dijo:
"Hoy demostramos que la verdadera fuerza está en ser uno mismo, sin miedo a lo que digan los demás."
"Sí, y aprendimos que juntos somos más fuertes. Si seguimos así, ¡no habrá más igualdad perdida!"
Así, en el pueblo de Arcoíris, la aventura de Sofía y Tomás dio inicio a un nuevo camino, donde todos, sin importar su género, podían soñar y ser lo que desearan. Desde aquel día, el cartel de la igualdad se convirtió en un símbolo de amistad y respeto, recordando a todos que cada niño y cada niña merece ser tratado con la misma dignidad y amor.
Y así, todos los días en el parque eran una fiesta, porque la igualdad había llegado para quedarse.
FIN.