Un Niño Aventurero en un Biombo
Había una vez un niño llamado Tomás, que soñaba con ser un gran aventurero. Le encantaba explorar, inventar historias y soñar con mundos lejanos. Su habitación estaba llena de mapas, brújulas y libros llenos de relatos sobre exploraciones fantásticas.
Un día, mientras investigaba el contenido de un viejo armario en su casa, Tomás encontró un biombo polvoriento que nunca antes había visto. Tenía hermosos dibujos de selvas, montañas y mares. "¿Qué es esto?"- se preguntó mientras lo abría. Al hacerlo, una luz brillante lo envolvió y, de repente, se encontró en medio de una jungla exuberante.
"¡Estoy en un lugar mágico!"- gritó emocionado. A su alrededor, los árboles eran gigantes y los pájaros cantaban melodías que nunca había escuchado. De repente, vio a un pequeño loro que volaba cerca de él.
"Hola, soy Lolo, el loro aventurero. ¡Bienvenido a la Isla de las Mil Aventuras!"- dijo el loro alegremente.
Tomás, maravillado, le respondió: "Hola, Lolo. Estoy aquí para vivir una aventura. ¿Qué hacemos primero?"-
"Sigamos el rastro de las huellas de esos grandes animales. Quizás encontremos un tesoro escondido"- sugirió Lolo volando al frente.
Tomás lo siguió, sintiendo que su corazón latía de emoción. Después de un rato, llegaron a un claro donde encontraron un enorme árbol con una puerta tallada en su tronco. "¿Entramos?"- preguntó Tomás, sintiendo un poco de miedo.
"Siempre hay que ser valiente si queremos explorar nuevos lugares. ¡Vamos!"- animó Lolo.
Al abrir la puerta, descubrieron un pasadizo oscuro. "Lolo, ¿tenés una linterna?"- preguntó Tomás nervioso.
"¡No, pero podemos usar mi pico!"- respondió el loro, iluminando el lugar con su brillante plumaje. Avanzaron cautelosamente por el túnel hasta que llegaron a una sala repleta de tesoros: joyas, monedas de oro y mapas antiguos.
"¡Mirá todo esto!"- exclamó Tomás. "¿Deberíamos llevar algo?"-
"No todo, Tomás. A veces la verdadera aventura es compartir y aprender. ¿Qué tal si tomamos un mapa y lo usamos para encontrar nuevas aventuras?"- sugirió Lolo.
Tomás asintió, y eligió un antiguo mapa que mostraba diferentes islas, cada una con su propia leyenda. Al mirar más de cerca, notó algo brillante en la esquina del mapa. "¡Una brújula!"- gritó.
"¡Perfecto! Ahora podemos orientarnos en nuestras aventuras"- dijo Lolo entusiasmado. Pero antes de que pudieran salir, oyeron un estruendo. Un enorme tigre estaba detrás de ellos, mirándolos con unos ojos curiosos.
"¡Oh no!"- dijo Tomás. "¿Qué hacemos?"-
"No entres en pánico, somos exploradores. Hablemos con él"- sugirió Lolo. Los dos se acercaron lentamente al tigre.
"Hola, gran tigre. No queremos hacerte daño. Solo exploramos y buscamos aventuras"- dijo Tomás con voz temblorosa.
El tigre, sorprendido por su valentía, respondió: "Soy Tigo. Los exploradores son bienvenidos aquí, pero deben demostrar su ingenio y valentía. ¿Por qué no intentan resolver un acertijo?"-
"¡Claro!"- dijo Tomás con determinación.
Tigo les planteó un acertijo con dos caminos: uno lleno de flores y el otro oscuro. "Si adivinan cuál es el correcto, podrán seguir explorando, pero si se equivocan, se quedarán aquí atrapados"- advirtió el tigre.
Tomás pensó mucho y recordó una frase que había leído en un libro: "A veces, lo que parece claro no es lo correcto"-. Así que dijo: "Vamos por el camino oscuro. Tal vez las flores nos engañan"-.
Tigo, sorprendido, les dio paso. "Has demostrado ser inteligente y valiente. ¡Pueden seguir explorando!"- exclamó con una sonrisa.
"¡Lo hicimos!"- gritó Tomás mientras Tigo se alejaba por el camino opuesto. Siguieron el mapa y se adentraron en nuevas tierras donde conocieron a algunas criaturas mágicas: un pato filósofo, un pez que hablaba y un árbol que contaba historias.
Finalmente, Tomás y Lolo se dieron cuenta de que la aventura era mucho más que tesoros.
"Lo más valioso que he encontrado hoy es la amistad y el conocimiento"- dijo Tomás mientras contemplaba el sol poniente.
"Exactamente, Tomás. Siempre hay algo nuevo por aprender, y lo mejor es hacerlo juntos"- dijo Lolo con su tono alegre.
Después de muchas aventuras y aprendizajes, Tomás se despidió de su nuevo amigo y se encontró nuevamente frente al biombo. Lo cerró suavemente y sonrió al recordar cada momento.
Desde ese día, cada vez que miraba el viejo biombo, sabía que las aventuras y el aprendizaje nunca terminan; solo comienzan.
FIN.