Un Niño Muy Especial



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy especial, pero no porque tuviera habilidades extraordinarias, sino porque siempre veía el mundo de una manera diferente. Desde que se levantaba cada mañana, Mateo se maravillaba de las cosas más simples. Para él, un árbol era un gigante que le contaba historias, y las nubes eran almohadones flotantes donde los sueños se relajaban.

Un día, mientras caminaba por el parque, Mateo encontró a sus amigos, Juli y Lucas, jugando.

"¡Hola, chicos! ¿Quieren ver algo increíble?" - preguntó Mateo emocionado.

"¿Increíble?" - dijo Juli. "¿Qué podés mostrarme que ya no haya visto?"

Mateo sonrió y llevó a sus amigos al gran roble del parque.

"¡Miren!" - dijo señalando. "Este árbol es el rey del parque. ¡Seguro que ha visto pasar a muchos de nuestros abuelos cuando eran jóvenes!"

Lucas frunció el ceño y dijo: "Pero es solo un árbol, Mateo. No puede ver ni escuchar. ¡Es solo un tronco!"

Mateo no se desanimó.

"A veces, lo que no podemos ver es lo que más importa. ¡Vamos a hacerle cuentos al árbol!"

Así, los tres amigos se sentaron bajo el árbol y empezaron a inventar historias sobre aventuras de piratas y dragones que vivían en el parque. Poco a poco, otros niños alrededor se unieron, intrigados por el entusiasmo de Mateo.

Los días pasaron, y Mateo continuó inspirando a sus amigos a ver la magia en su entorno. Un miércoles, decidieron hacer una exposición de arte en el parque, y cada uno debía traer algo especial para compartir.

"¡Yo voy a llevar mis dibujos!" - dijo Juli.

"Yo tengo este cómic que dibujé yo solo!" - agregó Lucas.

Mateo pensó en lo que llevaría.

Finalmente, llegó el día de la exposición. Todos los niños mostraron con orgullo sus creaciones, pero cuando llegó el turno de Mateo, se paró en medio de sus amigos y dijo:

"Yo traje algo que no se ve, pero se siente. ¡Voy a darles una experiencia!"

Los niños lo miraron confundidos.

"¿Cómo se siente algo que no se ve?" - preguntó Juli.

Mateo les pidió que cerraran los ojos, y empezó a contar una historia mágica sobre una luz que vivía en el corazón de cada uno, y cómo esa luz se encendía cada vez que hacían algo bueno por los demás.

De repente, los niños comenzaron a sonreír. Algunos rieron, otros abrieron los ojos con lágrimas de felicidad. Cuando Mateo terminó, fue como si todos estuvieran viendo algo impresionante que estaba justo frente a ellos, pero que nunca habían notado.

"¡Eso fue increíble!" - exclamó Lucas. "Nunca pensé que podría sentir tantas cosas sin verlas."

Todos aplaudieron, y Mateo se sintió muy feliz.

A medida que las semanas pasaban, Mateo y sus amigos decidieron que no solo querían imaginar, sino también ayudar a su comunidad. Crearían un grupo llamado "Los Guardianes de la Sonrisa" para ayudar a los vecinos. Esto incluiría recoger basura en el parque, hacer dibujos para los abuelos de la casa de ancianos, y organizar cuentos para los más pequeños.

"¡Vamos a hacer que nuestra ciudad sea un lugar mejor!" - dijo Mateo.

"Tengo una idea, ¡podemos hacer una gran obra de teatro!" - sugirió Juli emocionada.

Con el tiempo, prepararon su obra, donde Mateo sería el narrador que contaría sus historias mágicas mientras sus amigos representaban la vida cotidiana de la gente del pueblo. En el día del estreno, todo el pueblo se reunió, y la energía era contagiosa.

La obra fue un éxito rotundo. Al final, todos aplaudieron y la comunidad se sintió unida.

"Mateo, sos un niño muy especial. Nos ayudaste a ver las cosas con otros ojos." - dijo Lucas.

Mateo sonrió, pero no porque se sintiera especial, sino porque entendía que cada uno podía encontrar su propio brillo.

Así pasó el tiempo, y el pueblo de Sonrisas cambió. Las sonrisas se multiplicaban, y gracias a un niño que les demostró que la magia no se encuentra solo en lo que se ve, sino también en lo que se siente, todos aprendieron a cuidar y celebrar cada momento juntos.

Desde entonces, Mateo siempre recordaba que lo especial no era él, sino el poder de la imaginación y la bondad que todos llevamos dentro.

FIN.

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