Un Niño que Quería Aprender



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Domingo Faustino Sarmiento. Domingo era un niño curioso y lleno de preguntas. Cada día, miraba a los niños del pueblo que iban a jugar, mientras él se quedaba en casa, deseando que hubiera una escuela donde pudiera aprender.

"¡Mamá! ¿Por qué no hay escuela aquí?" - preguntó Domingo con ojos brillantes.

"Porque, mi amor, en nuestro pueblo no hay suficientes recursos y personas que enseñen" - le respondió su mamá, acariciándole el cabello.

Pero Domingo no se desanimó. En su corazón, sentía que la educación era la llave para un futuro mejor. Todos los días, después de ayudar a su mamá con las tareas de la casa, se sentaba en el patio, bajo un gran árbol, y comenzaba a inventar su propia escuela.

"Hoy aprenderemos sobre las estrellas" - decía mientras dibujaba en la tierra con un palito.

"Pero Domingo, no sabes nada sobre estrellas" - le decía su amigo Manuel, un niño travieso que siempre estaba dispuesto a jugar.

"¡Eso no importa! Puedo aprender y así puedo enseñarles a ustedes. ¡Un día tendremos nuestra propia escuela!" - exclamó Domingo con entusiasmo.

Poco a poco, sus amigos comenzaron a unirse a él. En lugar de jugar a la pelota, se sentaban a su alrededor mientras él contaba historias sobre los planetas y los animales. Un día, Domingo decidió que necesitaban más materiales para hacer su ''escuela'' más divertida.

"¿Qué tal si vamos al bosque a buscar cosas que podamos usar?" - propuso Domingo.

"¡Sí! ¡Podemos encontrar hojas, piedras, y tal vez hasta flores!" - gritó Lucía, su amiga.

Así, los niños del pueblo se aventuraron al bosque en busca de tesoros. Juntos recolectaron hojas de diferentes tamaños, piedras de todos los colores y flores silvestres.

De regreso, Domingo tuvo una gran idea.

"Podemos usar estas cosas para crear un libro de naturaleza. Cada uno puede dibujar lo que encontró y escribir algo sobre eso" - sugirió, animando aún más a sus amigos.

"¡Sí, eso es genial!" - dijo Manuel salteando de alegría.

Poco a poco, más y más niños se unieron a la 'escuela' de Domingo. Se reunían todos los días en el patio del árbol y compartían sus descubrimientos. Sin embargo, un día, un hombre del pueblo, conocido por su carácter serio, se acercó y les gritó.

"¡Esto no es una escuela! ¡Son solo un grupo de niños jugando!" - dijo con desdén.

"Pero, señor, estamos aprendiendo y divirtiéndonos. ¡Esto es importante también!" - respondió Domingo, tratando de defender su sueño.

El hombre frunció el ceño, pero algo en la determinación de Domingo hizo que se detuviera a pensar.

"Tal vez si ustedes realmente quieren aprender, podrían buscar a alguien que sepa enseñar" - sugirió.

Esa noche, Domingo reflexionó sobre lo que había dicho el hombre.

"Si quiero tener una escuela, necesito un maestro. Voy a hablar con la gente del pueblo y ver si pueden ayudarme" - pensó.

Al día siguiente, decidió hablar con el alcalde del pueblo.

"Señor alcalde, necesito su ayuda. Quiero que tengamos una escuela en nuestro pueblo. Podemos aprender muchas cosas, pero necesitamos un maestro" - explicó Domingo con determinación.

"Es un sueño muy ambicioso para un niño como vos, Domingo" - contestó el alcalde, sorprendido.

"Pero se puede lograr, solo necesitamos trabajar juntos" - dijo Domingo, y su voz resonó con confianza.

El alcalde, conmovido por la pasión de Domingo, decidió apoyarlo. Convocó a una reunión con los adultos del pueblo y les habló sobre la idea de Domingo.

A través de su esfuerzo y la unión del pueblo, al poco tiempo, lograron conseguir a un maestro.

"¡Hoy es nuestro primer día de clases!" - exclamó Domingo, mientras los niños se alineaban emocionados.

"Hoy comenzamos una nueva historia en nuestro pueblo" - dijo con una gran sonrisa.

Y así, gracias a su espíritu emprendedor y la convicción de que la educación era esencial, Domingo Faustino Sarmiento no solo cumplió su sueño, sino que inspiró a cada niño del pueblo a soñar también.

Con el paso de los años, su amor por la enseñanza lo llevó a abrir muchas escuelas en toda Argentina, cumpliendo su promesa de que ningún niño se quedara sin aprender. Su historia se convirtió en un ejemplo de que los sueños pueden hacerse realidad si trabajamos juntos y no nos rendimos nunca.

FIN.

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