Un Nuevo Comienzo



Había una vez en la soleada ciudad de Tuxtla Gutiérrez, una perrita color café de raza dachshund llamada Canela. Canela no conoció la felicidad en su anterior hogar, donde sus cuidadores eran personas irresponsables que no la trataban con amor. Dormía en un rincón oscuro y pocas veces recibía comida. Sin embargo, el destino le tenía preparado un cambio inesperado.

Una mañana, mientras Canela observaba desde su triste rincón, escuchó unos pasos. Era una niña llamada Lucía que vivía cerca. Lucía era conocida en el vecindario por su gran corazón y amor por los animales. Cuando vio a Canela, su rostro se iluminó.

- “¡Hola, perrita! ¿Por qué estás aquí sola? ” - preguntó Lucía, agachándose para acariciar a Canela.

Canela se asustó al principio, pensando que podría ser otra persona que le haría daño. Pero la dulzura de Lucía era diferente. La niña continuó hablando con suavidad.

- “No te haré daño. Quiero ayudarte. Ven, ven conmigo” - insistió, alargando su mano con un bocadillo.

Canela, atraída por el delicioso aroma, decidió acercarse. Fue allí cuando Lucía notó que la perrita lucía un poco desnutrida y triste.

Días pasaron y Lucía visitaba a Canela cada mañana, llevándole comida y agua. Poco a poco, la perrita comenzó a confiar en ella. Un día, Lucía tuvo una idea.

- “¡Canela! ¿Qué te parece si te llevo a mi casa? Te prometo que aquí serás muy feliz” - dijo con emoción.

Canela, aunque un poco asustada, sintió un impulso por seguir a Lucía. La perrita la siguió hasta su casa, que estaba llena de color, cariño y muchos juguetes.

- “¡Mirá, Canela! Aquí tienes un cama nueva y un montón de pelotas para jugar” - dijo Lucía mientras mostraba su habitación.

Canela no podía creerlo. Todo lo que había soñado se hacía realidad. Sin embargo, había algo que podía impedir su felicidad. A veces, los recuerdos de su antigua vida la hacían sentirse triste. Una tarde, mientras jugaba con Lucía, de repente se quedó quieta.

- “¿Qué te pasa, Canela? ” - preguntó Lucía, preocupada.

- “A veces pienso en el pasado, en lo que viví...” - respondió Canela, con un susurro triste.

- “No tienes que pensar en eso. Este es tu nuevo hogar. Aquí te quiero mucho y nunca te haré daño” - la abrazó con fuerza Lucía.

Para ayudar a Canela a sanar de su pasado, Lucía decidió llevarla a pasear al parque, donde podría jugar con otros perros y hacer nuevos amigos. En una de esas salidas, conocieron a un perro llamado Max, un labrador super juguetón.

- “¡Hola! Soy Max, ¿quieres jugar? ” - le dijo el labrador moviendo su cola con alegría.

- “¡Sí! ” - contestó Canela, sintiendo que algo en su corazón se llenaba de felicidad.

A medida que pasaban los días, Canela descubrió los placeres de la vida. Aprendía a correr, saltar y jugar sin preocupaciones. Hasta un día se dio cuenta de que había olvidado por completo aquellos momentos difíciles.

Un día, Lucía decidió hacer una fiesta en su casa, invitando a los amigos de la escuela y a sus mascotas.

- “¡Hoy vamos a celebrar a Canela! ” - anunció Lucía. Todos aplaudieron mientras Canela se iluminaba de felicidad.

Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Canela se sintió más feliz que nunca. Ahora tenía un hogar lleno de amor, un nuevo nombre en su corazón y un futuro que la llenaba de esperanza.

Canela aprendió que aunque el pasado puede ser doloroso, siempre hay una chance para un nuevo comienzo. Y así, la perrita que una vez fue maltratada se convirtió en la mascota más querida de Tuxtla Gutiérrez, viviendo aventuras con su mejor amiga.

- “Gracias, Lucía, por darme una segunda oportunidad” - dijo Canela, mientras lamía la mano de su dueña.

Y así, Canela vivió feliz para siempre, sabiendo que el amor siempre gana.

FIN.

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