Un Nuevo Comienzo en la Escuela



Era un hermoso día de primavera cuando el maestro Pablo, un hombre de gran corazón y paciencia, entró al aula 3A de la Escuela Primaria Arcoíris. Los estudiantes, llenos de energía y despreocupados, charlaban animadamente sobre las vacaciones que se acercaban. Sin embargo, hoy era un día especial: llegaría un nuevo compañero.

-Buenos días, clase -dijo el maestro con una sonrisa-. Hoy tengo el placer de presentarles a un nuevo amigo. Se llama Nicolás y se muda de otra ciudad.

Los niños se miraron con curiosidad. Nicolás era diferente: su piel era un poco más oscura y su acento diferente al de ellos.

-Hola, soy Nicolás -dijo tímidamente mientras se acercaba al pizarrón. Al principio, sus palabras apenas se oían.

-¡Hola, Nicolás! -gritaron algunos niños, animándolo a hablar más fuerte.

Nicolás sonrió, sintiéndose un poco mejor. -Vengo de un lugar que tiene montañas y un lago enorme. Allá jugábamos al fútbol todo el día.

-Eso suena genial -interrumpió Sofía, una de las niñas más extrovertidas de la clase-. ¿Jugás bien al fútbol?

-¡Súper! -respondió Nicolás, sintiéndose más cómodo.

Aquella fue una tarde amena, pero poco a poco, algunos niños comenzaron a murmurar. Juan, el chico más popular de la clase, expresó lo que algunos pensaban. -No sé si va a encajar, es un poco diferente.

El maestro Pablo, escuchando esto, decidió intervenir. -¿Saben? El mundo está lleno de diferencias, y eso es lo que nos hace especiales. Todos tenemos algo único que aportar. ¿Alguna vez se han puesto a pensar en cómo nuestras diferencias nos enriquecen?

Los niños se quedaron en silencio. Entonces, volvió a hablar. -Voy a proponer algo. Haremos un juego de equipo. Vamos a formar grupos en los que cada uno de ustedes comparta algo de su cultura o de su familia. ¡Nicolás, ¿te gustaría comenzar?

-Sí, claro -respondió Nicolás con más confianza-. En mi casa, siempre celebramos la Fiesta de la Luna. Comemos empanadas y bailamos medidas tradicionales.

-¡Qué divertido! -exclamó Valentina, una de sus compañeras-. En mi casa también comemos empanadas, pero las hacemos con queso.

Los niños comenzaron a compartir historias. Uno hablaba de las pastas que su abuela hacía, otro de la música folclórica que escuchaba en familia, y así, poco a poco, Nicolás fue revelando más sobre sus costumbres. El aula se llenó de un hermoso ambiente de respeto y atención.

-Poco a poco, todos entendieron que no era tan diferente de ellos. No solo compartieron sus historias, sino que también algunos se acercaron a Nicolás para jugar al fútbol durante el recreo. Así, el tiempo pasó y la amistad fue creciendo. Sin embargo, no todo sería fácil.

Un día, mientras jugaban en el patio, Juan hizo un comentario hiriente. -No tenés idea de cómo se juega al fútbol, Nicolás. Deberías quedarte del lado.

Nicolás sintió que la confianza se desvanecía. Sin embargo, el maestro Pablo, que siempre estaba atento, se acercó a ellos.

-Juan, ven aquí un momento -dijo el maestro con firmeza-. Recuerda que todos somos parte del mismo equipo, y eso incluye a Nicolás. El respeto y la inclusión son pilares fundamentales en nuestra clase.

Después de esa charla, Juan se quedó pensativo. Esa tarde, decidió disculparse. -Lo siento, Nicolás. No debí decir eso. Todos merecemos jugar juntos.

-Está bien, Juan -respondió Nicolás, aliviado-. A veces es difícil ser el nuevo.

Desde ese día, Juan y Nicolás se convirtieron en grandes amigos, y Juan aprendió a valorar las diferencias. La clase entera se unió más, reconociendo que la riqueza cultural de cada uno los hacía más fuertes.

El año escolar terminó y llegó el tiempo de la despedida. En el último día, el maestro Pablo organizó una fiesta para celebrar la diversidad. Los niños trajeron comidas típicas, vestimenta y música de sus diferentes culturas.

-Gracias, Nicolás, por ser parte de nuestra familia -dijo Valentina, mientras todos aplaudían.

-Gracias a ustedes por permitirme compartir lo que soy -respondió Nicolás con una gran sonrisa.

Aquel día, los estudiantes aprendieron que cada identidad étnica y cultural era un hilo en el tejido de sus vidas. Cada uno tenía un lugar especial, y juntos formaban una hermosa comunidad. Así, el nuevo comienzo de Nicolás se transformó en una historia llena de amistad, respeto y amor por la diversidad.

FIN.

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