Un Nuevo Comienzo en la Escuela de las Estrellas



Eran los primeros días de marzo y, como cada año, las calles de la ciudad se llenaban de risas de niños volviendo a la escuela. Pablito, un niño de diez años, se encontraba un poco nervioso. Este año su familia había decidido mudarse y él debía cambiar de colegio.

Cuando llegó al nuevo colegio, sintió mariposas en el estómago. Observó a su alrededor y se dio cuenta de que todos los chicos parecían estar ya en grupos formados, charlando y jugando.

"Hola, soy Pablito, acabo de mudarme aquí", dijo tímidamente mientras se acercaba a un grupo de niños que jugaban al fútbol.

Uno de ellos, llamado Julián, le sonrió y respondió: "¡Hola, Pablito! ¡Ven a jugar con nosotros!".

Pablito sonrió y se unió al juego. Sin embargo, a pesar de la calidez de Julián, sentía que todavía le costaba encajar del todo. Durante las siguientes semanas, Pablito se fue adaptando a su nuevo entorno, descubriendo la alegría y la dulzura de compartir con sus nuevos amigos.

Un día, la profesora de arte, la señora Clara, anunció un concurso de murales para la feria del colegio.

"El mural puede tener cualquier tema que se les ocurra y trabajaremos en equipo", explicó con entusiasmo.

Pablito sintió que esta era una gran oportunidad para unirse más a sus compañeros. Se acercó a Julián y a su grupo de amigos. "¿Podemos hacer el mural juntos? Tengo una idea..."

Los amigos de Julián lo miraron con curiosidad. "¿Qué idea tenés, Pablito?" preguntó Carla, una niña con trencitas.

"Podemos hacer un mural sobre la amistad y cómo nuestras diferencias nos hacen especiales", sugirió Pablito con más confianza.

Los demás asintieron, y así, emocionados, comenzaron a trabajar en el mural. Él se destacó en la pintura, mientras Julián se encargaba del diseño. Carla y otros del grupo se ocupaban de buscar ideas y colores. Fue un trabajo en equipo hermoso.

Sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzaron a aparecer diferencias en el grupo.

"Yo creo que deberíamos hacer un sol brillante, pero a otros no les gusta la idea", dijo Julián, un poco frustrado.

"Pero yo quiero que el mural tenga más flores, ¡sería más alegre!" añadió Carla.

Pablito se dio cuenta de que a veces, en un esfuerzo por trabajar juntos, podían surgir diferencias. Entonces decidió hablar sobre ello.

"Chicos, creo que debemos escucharnos y encontrar una manera de combinar nuestras ideas", sugirió.

Los amigos lo miraron y, tras un momento de reflexión, Julián sonrió. "Tenés razón, Pablito. Vamos a reunir todas nuestras ideas y a elegir las mejores."

Poco a poco, empezaron a crear un mural donde todas las ideas se combinaban. Pablito se sintió muy feliz de ver cómo todos encontraban un punto en común. Cuando terminaron, el mural era brillante y lleno de vida, con un lindo mensaje sobre la aceptación y la amistad.

El día de la feria, todo el colegio admiraba el mural y la maestra Clara quedó maravillada.

"¡Ha sido un trabajo increíble, chicos! Estoy muy orgullosa de ustedes", decía con una enorme sonrisa.

Pablito sintió una gran alegría al ver que había logrado algo grande con sus amigos. Días después, Julián se acercó a Pablito y le dijo: "Estoy muy contento de que te hayas mudado aquí. Nos ayudaste a ser un mejor equipo. ¿Te gustaría venir a mi casa este fin de semana?"

Pablito, feliz, aceptó la invitación y desde entonces, su amistad creció con cada encuentro. Así, lo que comenzó como un cambio difícil, se convirtió en un nuevo comienzo lleno de aventuras, amistades y aprendizajes.

Y así fue como Pablito, con su valentía y amabilidad, demostró que el cambio puede ser el primer paso hacia descubrimientos maravillosos.

FIN.

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