Un Partido Bajo la Lluvia
Era un día nublado y gris en el tranquilo barrio de Villa Esperanza. Una lluvia fina comenzaba a caer, pero eso no detendría a los chicos del barrio de jugar al fútbol en la cancha de tierra. En realidad, para ellos, un día de lluvia era una oportunidad de diversión.
"¡Vamos, chicos! No se puede perder un buen partido por un poco de lluvia!" gritó Julián, un apasionado del fútbol que siempre estaba listo para un desafío.
"¿Y qué pasa si nos ensuciamos?" protestó Sofía, que era un poco más cautelosa.
"¡Al contrario! ¡Es más divertido!" respondió Julián con una sonrisa. Y así, sin pensarlo dos veces, Sofía decidió unirse al grupo.
Los niños comenzaron a jugar, corrieron por la cancha, resbalándose y riéndose mientras el agua salpicaba a su alrededor. La risa del grupo resonaba, llenando el aire frío de júbilo.
"¡Golazo!" gritó Mateo, mientras el balón rodaba por el barro y se metía en la red improvisada. Todos aplaudieron, riendo y festejando. Pero de repente, mientras seguían jugando, un trueno retumbó en el cielo.
"¡Es mejor que entrenemos! ¡Puede que venga una tormenta!" sugirió Ana, con un tono de preocupación.
"¡No pasa nada!" replicó Julián. "¡Estamos en medio del partido!"
Pero la lluvia comenzó a caer con más fuerza, convirtiendo el juego en un verdadero desafío. A pesar de la diversión, el barro se hacía cada vez más profundo, y algunos niños comenzaron a resbalarse.
"¡Cuidado!" gritó Mateo mientras caía de espaldas en un charco, haciendo que todos estallaran en carcajadas. Pero a Julián se le ocurrió una idea brillante.
"¿Por qué no hacemos un partido de resistencia? El que logre mantenerse en pie más tiempo, gana paciencia y coraje para jugar!" dijo entusiasmado.
Los chicos aceptaron el nuevo desafío. En lugar de concentrarse solo en marcar goles, se centraron en mantenerse en pie mientras se resbalaban y caían. Ver al otros caerse se volvió tan divertido que Wanda, que miraba desde el banco, decidió unirse.
"¡Eso fue increíble!" exclamó Wanda al caer y rodearse de barro, mientras todos la animaban a levantarse.
"¡Vamos, Wanda! ¡Mostrá lo que sabés!" gritó Sofía, riendo sin parar. Después de un rato, la lluvia empezó a disminuir y el sol asomó entre las nubes. Todos, cubiertos de barro y con las sonrisas más grandes del mundo, se sentaron juntos en la cancha, sintiéndose enérgicos y orgullosos de lo que habían logrado.
"¿Vieron? No importa si se juega bajo la lluvia o si uno se ensucia. Lo importante es disfrutar y estar juntos, ¡y eso lo hicimos!" compartió Julián mientras todos asentían.
A partir de ese día, los chicos no solo aprendieron a jugar al fútbol, sino también a apreciar la diversión que trae el juego, sin importar las condiciones. Cada vez que llovía, recordaban aquel partido especial y se reían juntos, sabiendo que la amistad y la diversión siempre vencerán a las gotas de lluvia.
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FIN.