Un Paseo Especial
Era un hermoso día soleado en el barrio y Mateo, un niño de seis años, estaba ansioso por pasar tiempo con su querido abuelo, Don Carlos. Desde que era muy pequeño, Mateo había hecho de los paseos con su abuelo una tradición. Pero hoy, la plaza del barrio estaba llena de sorpresas.
"¡Vamos abuelo!" - gritó Mateo mientras corría hacia la puerta.
"Un momento, mi pequeño aventurero. No puedo olvidar mi sombrero. No quiero que el sol me derrita como una paleta", contestó Don Carlos, sonriendo y buscándose el sombrero en la mesa.
Una vez listos, salieron de casa y comenzaron a caminar. El camino hacia la plaza estaba lleno de árboles, y el aire fresco llenaba sus pulmones.
"¿Qué vamos a hacer hoy, abuelo?" - preguntó Mateo emocionado.
"Hoy es un día de juegos, pero hay un pequeño desafío que quiero proponerte", dijo Don Carlos, entrecerrando los ojos como quien acaba de idear un plan astuto.
"¡Desafío! Me encanta la idea. ¿De qué se trata?" - inquirió Mateo, saltando de alegría.
"Vamos a la plaza y debemos encontrar a alguien que nos hable de un juego especial. El premio será jugar a ese juego juntos. ¿Te parece?" - planteó el abuelo, acariciando el sombrero.
Mateo asintió con entusiasmo y juntos se dirigieron a la plaza. Al llegar, los niños jugaban a la pelota y las familias estaban dispersas en los bancos. Don Carlos miró alrededor, buscando a alguien que pudiera ayudarles.
Tras un rato de búsqueda, se acercaron a una mujer mayor, Ana, que estaba sentado en un banco con varios juegos de mesa.
"¡Hola! Soy Don Carlos y este es mi nieto Mateo. Estamos buscando un juego especial. ¿Podrías ayudarnos?" - preguntó el abuelo amablemente.
"¡Por supuesto!" - respondió Ana, iluminándose. "Hay un juego antiguo que yo solía jugar de niña. Se llama 'La Búsqueda del Tesoro'. En este juego, hay pistas ocultas que te llevarán al tesoro final. ¿Quieren jugar?"
Mateo se llenó de alegría al escuchar sobre el juego.
"¡Sí, sí! Queremos jugar. ¿Cómo empezamos?" - exclamó.
"Primero, deben encontrar una pista. Aquí en la plaza hay un árbol muy viejo. La primera pista está escondida en sus raíces." - explicó Ana.
Don Carlos y Mateo emprendieron una pequeña aventura hacia el árbol. Mientras buscaban, Mateo notó algo entre las raíces.
"¡Abuelo, aquí está!" - gritó, sacando una nota arrugada.
Don Carlos sonrió, pero al leer la pista, se dio cuenta de que la siguiente indicación los llevaba a la fuente de la plaza.
"Hmm, esto parece un poco complicado. ¿Qué tal si comenzamos a pensar en el siguiente paso juntos?" - sugirió Don Carlos.
"Claro, abuelo. Si queremos encontrar el tesoro, tenemos que usar nuestras cabezas. ¿Qué hay en la fuente?" - reflexionó Mateo.
Ambos se dieron cuenta de que la fuente era un lugar donde a menudo los niños lanzaban monedas. Mateo tuvo una idea brillante.
"¿Y si buscamos las monedas que caen en la fuente? Quizás eso nos dé una pista del siguiente lugar.
Don Carlos se rió y respondió:
"Me gusta cómo piensas. ¡Vamos a ver!"
Mientras revisaban alrededor de la fuente, se encontraron con un grupo de chicos que estaban también buscando algo.
"¿Qué están haciendo?" - preguntó uno de ellos.
Don Carlos explicó el juego de 'La Búsqueda del Tesoro'.
"¡Lo conocemos!" - dijo una niña. "Podemos unirnos. ¡A más manos, más diversión!" - propuso.
Mateo sonrió.Contento de tener nuevos amigos, se unieron todos juntos para seguir las pistas.
Es así que descubrieron que la última pista los llevaba de vuelta al banco donde estaba Ana. Al llegar, ella les mostró un pequeño cofre lleno de caramelos y juguetes.
"¡Felicidades! Ustedes encontraron el tesoro. Pero lo más importante de este juego no es solo el tesoro, sino la amistad y el amor que se comparten en cada aventura" - dijo Ana.
Mateo miró a su abuelo y luego a los nuevos amigos que había hecho.
"¡Gracias, abuelo! Este fue el mejor paseo de todos. Aprendí que jugar es aún más divertido cuando hay amor y amigos alrededor" - exclamó Mateo, saltando de alegría.
Don Carlos sonrió, sintiendo que el amor entre ellos se había hecho aún más fuerte.
"Así es, Mateo. El verdadero tesoro son los momentos que compartimos. Y siempre habrá más juegos y aventuras esperándonos en cada esquina" concluyó el abuelo mientras caminaban de regreso a casa con el corazón lleno de alegría y dulces.
Fin.
FIN.