Un Paseo Inesperado



Era un lindo sábado por la mañana cuando Pedro, un niño de ocho años, se despertó y descubrió que su papá, Mario, había planeado un paseo especial. Estaban por ir al bosque cercano, un lugar lleno de árboles altos, ríos cristalinos y pequeños animales.

"¡Papá! ¿Estás listo para nuestra aventura?" -exclamó Pedro, saltando de la cama con una gran sonrisa.

"¡Listo! Pero antes, necesitamos preparar algunas cosas. ¿Qué te parece?" -respondió Mario, sonriendo mientras organizaba una mochila con bocadillos, agua y una lupa.

Pedro ayudó a su papá a preparar todo. Juntos, empacaron unas galletas de chocolate, una manzana y un bocadillo de jamón.

"No olvides la lupa, Papá. ¡Tal vez podamos ver algunos insectos!" -dijo Pedro, emocionado.

"Buena idea. Observando la naturaleza, aprenderemos mucho. Vamos, el tiempo corre" -respondió Mario.

Partieron en bicicleta hacia el bosque. Al llegar, Pedro se detuvo, maravillado por la belleza del lugar. Los pájaros cantaban, y el sol brillaba a través de las hojas verdes.

"¡Mirá, papá! Ese árbol es tan alto. ¿Crees que podríamos escalarlo?" -preguntó Pedro, apuntando hacia un frondoso roble.

"Claro, pero con cuidado. Primero, observemos las raíces. ¡Puede haber hormigas trabajando!" -sugirió Mario.

Se acercaron a los pies del árbol y, efectivamente, pudieron ver una fila de hormigas que llevaban hojas pequeñas hacia su hormiguero.

"¡Son como mini trabajadores!" -dijo Pedro, maravillado.

Pasaron un rato observando a las hormigas cuando, de repente, escucharon un ruido extraño.

"¿Qué fue eso?" -preguntó Pedro, un poco asustado.

"No te asustes, creo que fue solo el viento. Vamos a averiguarlo" -respondió Mario, tratando de calmar a su hijo.

Se acercaron cautelosamente y descubrieron a un pequeño ciervo atrapado en unos arbustos.

"Pobrecito, papá. ¿Cómo podemos ayudarlo?" -preguntó Pedro, preocupado.

"Debemos acercarnos despacio para no asustarlo más. Necesitamos liberar sus patas" -dijo Mario con voz suave.

Pedro y su papá se acercaron con cuidado y, con algunas ramas y hojas, comenzaron a despejar el lugar. Después de unos minutos, el ciervo pudo salir. Se quedó parado mirándolos, como agradeciéndoles antes de irse corriendo al bosque.

"¡Lo hicimos, papá! Lo ayudamos" -exclamó Pedro, saltando de alegría.

"Sí, y gracias a ti. Siempre hay que ayudar a los que lo necesitan" -respondió Mario, orgulloso de su hijo.

Continuaron su paseo, descubriendo flores, río y escuchando a los pájaros. Se sentaron a un lado del río a descansar y merendar. Pedro partió una galleta para compartirla con su papá.

"Este es el mejor día, papá. Aprendí que la naturaleza es especial y hay que cuidarla" -dijo Pedro, contemplando el paisaje.

"Exactamente, hijo. Todos somos parte de la naturaleza y debemos protegerla" -respondió Mario mientras disfrutaba de su bocadillo.

Después de un rato, decidieron regresar a casa. En el camino, Pedro pensaba en todo lo vivido.

"Papá, ¿podemos volver el próximo fin de semana?" -preguntó Pedro con entusiasmo.

"Por supuesto, cada vez que quieras. ¡La naturaleza siempre nos espera!" -dijo Mario optimista.

Al llegar a casa, Pedro sintió que había aprendido algo nuevo y emocionante.

"¡Hoy no solo paseamos! También ayudamos a un animal y aprendimos sobre el bosque. ¡Gracias, papá!" -dijo Pedro abrazando a su papá.

"Gracias a vos, hijo. Siempre recuerda que la curiosidad y la bondad son importantes" -respondió Mario con una gran sonrisa.

Y así, con muchos recuerdos y una lección sobre la naturaleza, terminaron su día, deseando que el próximo sábado fuera igual de especial.

FIN.

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