Un Paseo Mágico por el Campo



Era una hermosa mañana de primavera cuando Manuel y Ana decidieron salir de paseo al campo. El sol brillaba, las aves cantaban y los árboles se llenaban de flores. Con sus mochilas listas, se pusieron en marcha con una gran sonrisa.

"¡Qué lindo es el campo!" - dijo Manuel entusiasmado, mientras corría por el sendero.

"Sí, y seguro que encontraremos muchas sorpresas hoy" - respondió Ana, caminando tranquilamente a su lado.

A medida que caminaban, el aroma de las flores silvestres llenaba el aire y los dos amigos hablaban sobre la diversión que tendrían. Pero, de repente, se encontraron con un enredo de ramas y arbustos que bloqueaba el camino.

"Oh no, ¿y ahora qué hacemos?" - se preocupó Ana.

"Tal vez podamos rodearlo" - sugirió Manuel, mirando alrededor. Así que decidieron explorar un poco más y encontraron un pequeño sendero que se adentraba en el bosque.

Mientras caminaban por el sendero, se encontraron con un hermoso arroyo. El agua era clara como un cristal y se podían ver pececitos nadando.

"¡Mirá, Ana!" - Manuel señaló entusiasmado.

"¡Esos pececitos son hermosos!" - exclamó Ana.

Decidieron sentarse un rato al borde del arroyo para disfrutar del momento. Ana tomó su cuaderno de dibujo y comenzó a hacer un boceto de los pececitos.

"Me encanta dibujar la naturaleza. ¡Es tan inspiradora!" - dijo Ana, concentrada en su dibujo.

Después de un rato, continuaron su camino, sintiéndose felices. Pero, luego de unos minutos, se dieron cuenta de que se habían desorientado.

"¿Dónde estamos?" - preguntó Manuel con un poco de preocupación.

"No lo sé, creo que deberíamos volver al arroyo y buscar el camino de regreso" - sugirió Ana.

Así que regresaron al arroyo, donde vieron a un anciano que estaba pescando. Tenía una larga barba blanca y sonreía con amabilidad.

"Hola, jovencitos. ¿Se han perdido?" - preguntó el anciano.

"Sí, nos alejamos demasiado del camino..." - respondió Manuel, algo avergonzado.

"No se preocupen, yo puedo ayudarles. Pero primero, ¿qué tal si me cuentan algo que hayan aprendido hoy?" - dijo el anciano, interesado.

Manuel y Ana se miraron y comenzaron a contarle sobre el arroyo, los pececitos, las flores y la importancia de cuidar la naturaleza.

"¡Eso es genial! La naturaleza es una amiga, y siempre hay que respetarla y protegerla" - dijo el anciano, asintiendo con la cabeza.

Después de escuchar a los chicos, el anciano les dio instrucciones precisa y, tras un rato de charla, encontraron el camino de regreso.

"Gracias, señor. Aprendimos tanto hoy" - dijo Ana mientras comenzaban a caminar de nuevo.

"Siempre recuerden que en la vida hay giros inesperados, pero siempre se puede aprender algo nuevo" - les dijo el anciano mientras se alejaba.

Caminando por el sendero, Manuel y Ana se sintieron felices de haber tenido una aventura tan especial.

"Hoy fue un gran día, ¿no crees?" - sonrió Manuel.

"Sí, me encantó. Nunca pensé que conoceríamos a alguien tan sabio en nuestro paseo" - respondió Ana.

Así, al fin del día, volvieron a casa con sonrisas en sus rostros y corazones llenos de aprendizajes, listos para contarle a todos sobre su mágica aventura por el campo.

FIN.

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