Un Patio en Armonía
Era un lindo día de sol en el colegio San José y los niños Facundo, Celeste, Manuela, Santiago y la tía Eli se preparaban para jugar en el patio. Todos estaban muy emocionados porque el día anterior había llegado un nuevo juego: una enorme casita de cartón que podían pintar y decorar a su gusto.
- ¡Miren lo grande que es! - dijo Facundo, corriendo hacia la casita.
- ¡Vamos a pintarla de colores! - gritó Manuela, agarrando pinceles y pinturas que estaban frente a ellos.
- Pero, para eso, primero tenemos que sacar los juguetes que hay en el patio - recordó Celeste.
- Sí, esos juguetes no se van a recoger solos - agregó Santiago, haciendo una mueca mientras miraba los bloques de construcción regados por todos lados.
La tía Eli, con su voz suave, les hizo un gesto con la mano para que se acercaran.
- Chicos, es importante que mantengamos el patio ordenado. Si no recogemos los juguetes después de jugar, puede ser peligroso y también es una falta de respeto para los que vienen después - explicó, mientras señala los bloques en el suelo.
- Pero la casita es más divertida que recoger - protestó Santiago, cruzando los brazos.
- Entiendo, pero es parte de la diversión también. ¿No les parece? - dijo la tía Eli con una sonrisa.
Los niños se miraron entre ellos, rumiando las palabras de la tía Eli. Finalmente, Manuela tomó la delantera:
- Vamos a recoger primero y después jugamos a lo grande.
Así que, empezaron a recoger los juguetes. Facundo y Santiago levantaron los bloques mientras que Celeste y Manuela guardaban las pelotas en su lugar.
Con cada juguete que guardaban, la conversación fluía.
- ¡Miren cómo se ve el patio! - exclamó Celeste.
- ¡Todo limpio! - agregó Facundo mientras sonreía.
- ¡Podríamos hacer dibujos en el suelo con la pintura! - sugirió Manuela.
Cuando terminaron de recoger, el patio brillaba de limpieza. La casita de cartón estaba esperando, lista para ser decorada. Estaban a punto de comenzar, cuando de repente, un grupo de niños nuevos llegó al patio, mirando con curiosidad lo que estaban haciendo.
- ¡Hola! - gritaron al unísono. - ¿Podemos jugar también?
Santiago se acercó a ellos.
- Claro, ¡es divertido! Pero primero, necesitamos que nos ayuden a terminar de pintar la casita.
Y así, los nuevos amigos se unieron, pintando y decorando la casita, que fue creciendo en colores y risas.
Cuando todo estuvo casi listo, uno de los nuevos niños, llamado Nico, se detuvo y miró el patio.
- Pero, ¿y si después de jugar, no recolectamos? - preguntó, ligeramente preocupado.
La tía Eli se acercó nuevamente.
- Esa es una gran pregunta, Nico. Si todos nosotros jugamos, necesitamos asegurarnos de dejarlo tal como lo encontramos, o incluso mejor. ¿Qué les parece si hacemos un trato? Cada vez que terminemos de jugar, nos aseguraremos de limpiar y dejar el lugar ordenado. Así todos podremos disfrutar.
Todos asentieron con entusiasmo.
- ¡Es un trato! - gritaron juntos los niños.
Después de un par de horas de risas, juegos y pintura, el patio ya no solo estaba ordenado, sino que también se había convertido en un lugar hermoso con una casita llena de colores brillantes.
- ¡Miren lo que hicimos! - exclamó Manuela, admirando su obra.
- ¡Qué lindo queda! Ahora sí estamos listos para un gran juego en equipo - añadió Celeste.
Mientras todos se juntaban para jugar en equipo, Facundo le dio un pequeño empujón a Santiago y le susurró:
- ¿Viste? Nos costó un poco, pero al final aprendimos algo muy importante. ¡Jugar y dejar todo limpio es mucho mejor!
Santiago sonrió, sintiendo que había valido la pena. Y así, aquel grupo de amigos aprendió que la diversión no solo estaba en jugar, sino también en cuidar su espacio para poder disfrutarlo una y otra vez. La tía Eli miró con satisfacción mientras todos los niños reían, sabiendo que habían entendido la importancia de tener un patio ordenado, no solo por ellos, sino por todos los que vendrían después.
FIN.