Un Perrito Llamado Rocco



Era una soleada mañana de primavera en el barrio de Villa Alegre. Lucas, un niño de diez años, caminaba feliz rumbo a la escuela cuando, de repente, escuchó un pequeño gemido. Se detuvo y miró al rededor. Su corazón dio un salto cuando vio a un perrito, pequeño y animal, escondido detrás de un arbusto.

"¡Hola, amigo!" - dijo Lucas, agachándose para acercarse al perrito. "¿Estás perdido?". El perrito lo miró con ojos grandes y tristes, moviendo su cola con timidez. Lucas sintió que algo en su interior se encendía. "No te preocupes, no te voy a hacer daño" - prometió mientras extendía su mano.

El perrito, que tenía un collar viejo pero sin identificación, salió lentamente de su escondite y se acercó a él. Lucas le acarició la cabeza suavemente. "Te voy a llamar Rocco" - decidió, sintiendo que había una conexión especial entre ellos.

Era el inicio de una hermosa amistad. Sin embargo, había un gran problema. Lucas sabía que su mamá no quería mascotas en casa. Cada vez que surgía el tema, ella respondía con firmeza: "No quiero más responsabilidades, Lucas. Ya tenemos suficiente con las plantas".

Pero Lucas estaba decidido. Si quería que Rocco fuera parte de su vida, necesitaba encontrar una manera de convencer a su madre. Así que un plan comenzó a formarse en su pequeña cabeza. Después de la escuela, Lucas llevó a Rocco a su casa con la esperanza de que su madre no lo notara. Lo escondió en el garaje, llevando comida y agua, y cada vez que su madre le preguntaba, él respondía "Todo bien, mamá. Estoy haciendo tareas de la escuela".

Días pasaron y la madre de Lucas seguía sin sospechar. Pero un día, mientras él estaba jugando con Rocco, su hermana pequeña, Sofía, lo descubrió. "¡Mirá, un perrito!" - gritó al ver a Rocco. Lucas se puso pálido. "Shhh, Sofía, ¡no digas nada! Si mamá se entera, se enojará mucho".

A Sofía le encantó la idea de tener un perro, así que decidió ayudar a Lucas. "Vamos a mostrarle lo bueno que es Rocco. Él puede hacer trucos, y además, puede cuidarnos" - propuso con una sonrisa traviesa. Lucas pensó que era una buena idea, así que comenzaron a entrenar a Rocco en secreto, enseñándole a sentarse, dar la pata y hacer el muerto.

Un fin de semana, Lucas y Sofía decidieron que era hora de revelar el secreto. Pero antes de hacerlo, planearon una especie de espectáculo para llamar la atención de su madre. Practicaron durante toda la mañana y se aseguraron de que Rocco estuviera listo.

Finalmente, el gran día llegó. Su mamá estaba en la cocina preparando el almuerzo. Lucas y Sofía se miraron y sin decir una palabra, se dirigieron a la sala. "¡Mamá!" - gritaron al unísono, "¡ven a ver esto!".

La madre salió de la cocina, con una ceja levantada, pero curiosa. "¿Qué están haciendo, chicos?". Lucas tragó saliva y, con una sonrisa nerviosa, le dijo: "Vamos a mostrarte algo especial". Luego, hizo una señal a Rocco.

El perrito salió corriendo hacia ellos y se sentó, levantando su patita. "¡Mirá, mamá!" - exclamó Sofía. "¡Rocco sabe hacer trucos!". La madre los miró fijamente, sorprendida. Rocco giró sobre sí mismo, hizo el muerto y luego se levantó con un ladrido juguetón.

"¡Esto es increíble!" - dijo su madre, entre risas. La ilusión de Lucas se intensificó. "¿Ves, mamá? Rocco es muy bueno y lo cuidaremos juntos. No será una carga, prometo ayudar y hacerme responsable".

La madre frunció el ceño por un momento, pero luego sus labios se curvaron en una sonrisa. "Está bien, pero tendrán que hacerse cargo de todas sus necesidades. Y no olviden, si se hace desastroso, ¡él se va!".

"¡No, no, nunca!" - dijo Lucas, casi saltando de alegría. "¡Te prometo que seré el mejor dueño del mundo!". Así, Rocco se convirtió en parte de la familia. Desde ese día, las aventuras de Lucas y Rocco comenzaron. Hicieron paseos al parque, jugaron a la pelota y exploraron cada rincón del barrio.

Los días pasaron y Lucas cuidaba de Rocco como un hermano. Aprendió a alimentarlo, sacarlo a pasear y, sobre todo, lo llenó de cariño. Con cada nuevo día, su madre se sorprendía más y más por la bondad y el amor que Rocco traía a su hogar.

Sin embargo, una tarde, Lucas encontró a Rocco un poco decaído. Se preocupó y decidió llevarlo al veterinario. "Mamá, Rocco no está bien, creo que necesita ayuda" - le dijo. Su madre, al ver la angustia de Lucas, accedió a llevarlo junto a él. En la consulta, el veterinario examinó a Rocco y tranquilizó a Lucas. "No te preocupes, es solo un resfriado. Con un poco de descanso y medicamento, estará corriendo de nuevo en poco tiempo".

Lucas se sintió aliviado al regresar a casa. "Rocco, vas a estar bien, en un par de días volverás a jugar con nosotros" - le dijo acariciando su cabecita. Pasaron los días y, efectivamente, poco a poco, Rocco se recuperó, y Lucas aprendió la importancia de estar atento a las necesidades de su mascota.

Con el paso del tiempo, Lucas y Rocco se convirtieron en un equipo inseparable. Su madre, viendo la dedicación y amor que Lucas le brindaba al perro, se dio cuenta de que Rocco no solo era una mascota, sino parte de la familia. "¿Sabés qué, Lucas? Creo que Rocco ha valido la pena, y me alegra haber cambiado de opinión".

A partir de entonces, en Villa Alegre, Lucas, Rocco y Sofía vivieron innumerables aventuras, creando un sinfín de recuerdos juntos. Lucas no solo había ganado un amigo leal, sino que también había aprendido valiosas lecciones sobre responsabilidad, amor y la alegría que un animal puede traer a la vida. Y así, bajo el sol de la hermosa primavera, Lucas supo que había logrado lo que tanto deseaba: un compañero fiel. Fin.

FIN.

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