Un Picnic Inolvidable
Era un día soleado y perfecto para un picnic. Lucía, una niña de seis años con una sonrisa radiante y cabellos rizados, estaba emocionada porque ese día iría al parque con sus compañeros y amigos del jardín.
"¿Tenés todo listo, Lucía?" - le preguntó su amiga Sofía mientras ajustaba su gorra.
"Sí, mamá preparó sándwiches y un par de galletitas. ¡No puedo esperar!" - respondió Lucía saltando de alegría.
Cuando llegaron al parque, el lugar estaba lleno de risas, colores y el canto de los pájaros. Todos se sentaron sobre una manta a disfrutar de la comida. Martín, un niño travieso, empezó a repartir las galletas que había llevado.
"¡Agárrenlas mientras puedan!" - gritó riendo mientras lanzaba unas galletas al aire.
Los amigos corrieron a recogerlas, y de repente, Sofía se agachó para atrapar una y... ¡sorpresa! Al levantarse, se tropezó con un bulto en el suelo.
"¿Qué es esto?" - se preguntó mientras se asomaba.
Era una pequeña caja de madera, decorada con dibujos de flores y corazones.
"¡Miren esto!" - exclamó Sofía, sorprendida. Todos se acercaron y comenzaron a tocarla.
"¿La abrimos?" - sugirió Martín.
"¡Sí!" - gritaron todos al unísono.
Al abrir la caja, encontraron un mapa antiguo con dibujos de un tesoro escondido.
"Esto parece de una película de aventuras, ¡tenemos que seguirlo!" - dijo Lucía emocionada.
"¿Y si está hecho de cuentos?" - preguntó Julián, un niño más cauteloso.
"No, no, ¡esto es real!" - insistió Sofía.
Lucía miró el mapa detenidamente.
"Miren, dice que tenemos que seguir el camino de los árboles grandes y luego cruzar el arroyo. ¡Vamos!" - exclamó, y todos asintieron.
Así que se levantaron de la manta y comenzaron su aventura. Pasaron por debajo de las ramas de los árboles y saltaron sobre pequeñas piedras en el arroyo. Todo era un juego, y su risa llenaba el aire.
De repente, llegaron a un claro y vieron algo brillante en el suelo.
"¿Es el tesoro?" - preguntó Martín casi sin aliento.
"Vamos a ver..." - dijo Lucía, acercándose con cautela.
Era una caja más pequeña que brillaba bajo el sol. Cuando la abrieron, se encontraron con un montón de piedras de colores.
"¿Esto es el tesoro?" - preguntó Sofía decepcionada.
"Tal vez es una broma..." - murmuró Julián.
Pero Lucía, mirando más cerca, notó algo diferente.
"Esperen, estas piedras tienen forma de corazón y estrella, ¿no parece que nos quieren contar algo?"
Todos se quedaron en silencio.
"Quizás el verdadero tesoro no sea lo que está dentro de la caja.." - dijo Sofía.
"¡Exacto! Puede ser nuestra amistad y el tiempo que pasamos juntos en este picnic!" - respondió Lucía con una amplia sonrisa.
En ese momento, decidieron juntar las piedras y hacer una pequeña fogata. Cada uno compartió algo que apreciaba de sus amigos.
"Me gusta como siempre jugás con nosotros, Julián." - dijo Martín.
"A mí me encanta tu risa, Lucía. Siempre me hace sentir bien." - comentó Sofía.
"Y yo valoro que siempre notás los detalles, ¡como las piedras!" - agregó Julián, mirando a Lucía.
Así, los niños se dieron cuenta que el picnic, la aventura, y lo que habían descubierto en la caja, habían fortalecido su amistad.
Cuando el sol empezó a ocultarse, los niños regresaron a la manta, no solo llevando las coloridas piedras, sino también el recuerdo de un día lleno de risas, aventuras, y un verdadero tesoro en forma de amistad.
"¡Este fue el picnic más divertido de todos!" - exclamó Lucía mientras todos asentían, felices.
Desde entonces, cada vez que se encontraban en el parque, recordaban aquel día especial y la lección de que el mejor tesoro siempre es la compañía de amigos y la importancia de compartir momentos únicos.
Los niños hicieron un pacto: siempre serían un equipo, listos para cualquier aventura que la vida les presentara.
"¡Y siempre juntos!" - gritó Sofía, y todos respondieron al unísono:
"¡Siempre juntos!"
FIN.