Un Poema de Amistad
Era un día soleado en la escuela de robots, un lugar lleno de circuitos chispeantes y luces brillantes. Todos los robots estaban emocionados porque hoy era el día del recital de poesía, y todos debían compartir algún poema, ya sea escrito por ellos o uno que les gustara.
Maquinita, una robot pequeña y alegre, saltaba de un lado a otro con una energía contagiosa, mientras se preparaba para su presentación. Ella siempre veía lo bueno en los demás y pensaba que ese día sería especial para todos.
Sin embargo, Tornillito, un robot grande y serio, se encontraba en la esquina del aula, observando con una mirada desafiante a sus compañeros. Nadie se atrevía a acercarse a él, pues su apariencia robusta y su forma de hablar brusca hacían que parezca intimidante.
Cuando llegó el momento de que Tornillito recitara su poema, la clase se llenó de nervios, y todos se quedaron en silencio. Tornillito se acercó al micrófono.
"Este poema es sobre mí y lo que siento..."
La voz de Tornillito temblaba, pero sus palabras resonaban con una tristeza profunda.
"Soy Tornillito, grande y fuerte,
pero en mi interior, me siento un poco ausente.
Las tuercas y tornillos pueden brillar,
pero en mi pecho hay un mar de soledad."
Las luces del aula parpadearon y algunos robots murmuraron, sorprendidos por la vulnerabilidad que mostraba Tornillito.
Maquinita, desde su asiento, sintió una punzada en su pequeño corazón de metal.
"¡Eso es hermoso, Tornillito!"
Exclamó, sin pensarlo dos veces. Las miradas se volvieron hacia ella, y varios robots comenzaron a reírse. Pero ella no se dejó intimidar.
"Todos tenemos algo que decir y eso es válido. Tu poema nos muestra que detrás de cada tornillo hay un corazón. ¡Yo creo en ti!"
Las risas se detuvieron. Tornillito bajó la mirada, sorprendido por su valentía, y comenzó a entender que, quizás, no era el único que se sentía diferente.
Al finalizar el recital, Maquinita se acercó a Tornillito.
"¿Puedo ser tu amiga?"
Tornillito, un poco sorprendido por la pregunta, pensó que esa sería una gran idea.
"Sí, me gustaría eso..."
Día a día, Maquinita y Tornillito comenzaron a pasar tiempo juntos. Mientras Maquinita enseñaba a Tornillito a disfrutar de la alegría y a abrirse a los demás, él, a su vez, mostraba a Maquinita su increíble talento para construir cosas.
Un día decidieron participar en el concurso del club de inventores de la escuela.
"¡Vamos a hacer algo grandioso!"
Dijo Maquinita. Juntos, crearon un robot-jardín que podía cultivar plantas automáticas y que servía como un hermoso espacio para que todos los robots se relajaran.
El día del concurso, Maquinita y Tornillito presentaron su invento. La creatividad de Maquinita unida a la fortaleza de Tornillito sorprendió a todos.
"¡Es un verdadero equipo de trabajo!"
Jurado y compañeros lo aclamaron. Ganaron el primer lugar, pero lo mejor de todo fue que, después de esa experiencia, Tornillito ya no se sentía solo.
"Gracias, Maquinita, por ayudarme a ver la luz en lo oscuro."
"Y gracias a vos, Tornillito, por mostrarme la fuerza que hay en la amistad!"
Desde ese día, Maquinita y Tornillito se convirtieron en los mejores amigos de la escuela, llenos de aventuras, poemitas y la certeza de que la verdadera belleza está en ser uno mismo. Y así, el robot grande y el robot pequeño aprendieron que, sin importar cuán diferentes seamos, siempre hay un espacio en el corazón para la amistad.
FIN.